Irene decidió romper con lo tradicional y organizar su gran día con un wedding destination, es decir, celebrar la preboda y la boda fuera del país de residencia tanto de los novios como de los invitados. Aunque sus looks nupciales sí presumieron de sello español —uno de ellos firmado por una diseñadora granadina—, la elección del destino fue Antigua Guatemala: una ciudad colonial rodeada de volcanes, que durante siglos fue la capital cultural de Centroamérica. Este rincón cargado de historia se convirtió en el escenario perfecto para dar el 'sí, quiero' al amor de su vida, Luis.
Sus caminos se cruzaron por primera vez en una fiesta en el neoyorquino West Village (donde actualmente residen), se comprometieron durante un atardecer frente al mar en Holbox (México), y decidieron viajar hasta Guatemala para sellar el capítulo más importante de su historia, concretamente en las ruinas del antiguo convento de Santa Clara. Y he aquí la cuestión que, como buenas amantes de la moda, nos planteamos: ¿cómo es la maleta de una novia que viaja tantos kilómetros?
La suya, descubrimos, estaba repleta de marcas españolas. Desde su vestido de novia con encaje de Flor Fuertes, hasta su espectacular look de preboda, que nos cautivó aún más si cabe. Porque si creías que todas las prometidas apuestan por el blanco el día antes del enlace… Irene es la excepción que hoy ocupa nuestras líneas. Con su look demostró que es posible llevar las raíces culturales hasta el otro lado del mundo sin renunciar al glamour ni a la originalidad.
"El dress code para todo el mundo era black & white y yo los sorprendí vestida de rojo. Llevé un look muy español diseñado por Beatriz Peñalver", nos cuenta, quien sigue a la diseñadora granadina desde sus inicios y soñaba con que la asesorara en una fecha tan especial. Tras varias videollamadas, el resultado fue un espectacular conjunto de dos piezas: un vestido largo con cuerpo entallado y una chaqueta tipo torera con mangas largas semitransparentes.
Los protagonistas indiscutibles del look fueron las pequeñas lentejuelas a tono, el escote cuadrado y los volantes asimétricos en cascada que decoraban la falda, aportando ese aire folclórico tan reconocible y universal. "Todo el mundo me decía que parecía el emoji de la flamenca de WhatsApp", recuerda entre risas.
La historia del vestido rojo hecho por videollamada
A diferencia de otras prometidas que acuden al taller para las pruebas, Irene nunca vio en persona a la artista detrás del diseño. "Le pasé mis medidas y me envió el vestido desde Granada a Madrid, para que pudiera recogerlo antes de volar desde Nueva York, donde vivo. Hicimos una videollamada y, a distancia, me fue guiando paso a paso para ajustar el bajo y hacer las modificaciones necesarias. Después, se lo devolví… ¡y me lo mandó terminado! ¿Puedes creerlo? Un vestido hecho completamente a medida, sin habernos visto en persona, y me quedaba perfecto. Fue increíble", relata.
En cuanto a los accesorios, apostó por unos tacones rojos de punta de Zara y diseñó sus propios pendientes junto a la firma neoyorquina Apré, bajo la dirección creativa de Pamela Manzanares. "Nacieron a partir de los bocetos del vestido", nos confiesa. Desde el principio tuvo claro que debían ser en oro amarillo: "buscábamos una pieza que no solo complementara el diseño, sino que brillara con luz propia junto al rojo vibrante del look".
La decoración de la preboda
Disfrutar del último día de soltera en un espacio tan mágico —un antiguo convento en ruinas con patios, criptas y zonas subterráneas— requería una decoración a la altura. Para ello, contaron con Arysa Decor, "uno de los mejores decoradores de Centroamérica", asegura. Inundaron los pasillos, salas y mesas con miles de velas cálidas, creando un ambiente etéreo, romántico y absolutamente inolvidable.