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Julio de 1977. Elvis Presley, o la sombra del que fue, dio su último concierto en Las Vegas. Ninguno de los asistentes podía imaginar que, con aquella actuación, el Rey decía adiós más que a la música a la vida misma. Seis semanas más tarde, el 16 de agosto, le encontraron muerto en Graceland, su casa de Memphis.
Durante la década de los setenta Elvis Presley emprendió una carrera a contrarreloj hacia ninguna parte. Los escenarios acogían a un músico cada vez más deteriorado físicamente. A duras penas entraba en su traje blanco en el más puro estilo country. Sólo su voz permanecía inalterable, si acaso más ensimismada en su propia existencia. Finalmente, sus adiciones y dolores le llevaron a protagonizar una de las muertes más lloradas del siglo XX.
Y dijo John Lennon: "Antes de Elvis no había nada". Después de Elvis queda Elvis mismo como icono de una época, de unos sueños, de suaves baladas de amor que se reproducen más allá de las modas. Porque el Rey es inmortal.