Un crucero de ensueño por el Amazonas

Con tales credenciales, no extraña que la mejor forma de abordarlo —o, al menos, la más confortable— sea en un crucero fluvial. Y si se buscan las mayores comodidades, se puede optar por algunos de los más lujosos, que salen desde dos de sus puertos principales: Iquitos, en Perú, y Manaos, en Brasil. Desde un embarcadero privado en Iquitos parten las lanchas hacia el Delfín, una barcaza fluvial con apenas siete cabinas, atendidas por quince tripulantes, o, más lujoso todavía, el Aqua, con doce exquisitas suites. Ambas sirven en bandeja itinerarios de tres, cuatro y hasta siete noches, siempre con salida y regreso a Iquitos, cargados de emociones como ver saltar a los famosos delfines grises y rosados del Amazonas e incluso nadar con ellos en zonas seguras, pescar pirañas y adentrarse en algún pueblo indígena a orillas del río, caminar por la selva de la mano de expertos en naturaleza en busca de plantas gigantescas como el nenúfar gigante y el árbol de la ceiba, o disfrutar de largas horas en las hamacas de la cubierta de observación distinguiendo entre la espesura los aullidos de los monos.

El Desafío, una preciosa embarcación de madera, de tres mástiles y 33 metros de eslora, construida a principios del siglo XX a imagen y semejanza de una goleta española del siglo XVI, alberga a su vez uno de los cruceros con más encanto de los que pueden realizarse por el Amazonas brasileño.
Desde el puerto de Manaos, con sólo 12 cabinas, atendidas por nueve tripulantes, a lo largo de los cuatro días a bordo podrá disfrutarse de experiencias únicas como recalar en Anavilhanas, el archipiélago de río más grande del mundo, presenciar cómo las aguas de los ríos Negro y Solimões discurren paralelas a lo largo de kilómetros sin llegar a juntarse, caminar por la selva con biólogos y salir en pequeñas canoas para conocer la forma de vida de los caboclo, tratar de pescar pirañas o localizar con las linternas a los caimanes que infestan su cauce.