Antes de llegar a Montilla, la ciudad blanca elevada sobre una colina y coronada por una antigua fortaleza, una inmensidad de viñedos nos acompañan y escoltan hasta su misma entrada. Miles de cepas, cuyo fruto se recoge en el mes de septiembre, dan la bienvenida al viajero que la visita en sus mejores meses: los que abarca el otoño.
Los vinos de Montilla-Moriles, una de las denominaciones más antiguas de España, no se elaboran solo aquí. Son 17 los municipios que conforman este territorio de caldos mundialmente reconocidos, pero Montilla les presta el nombre y en ella se encuentra el Consejo Regulador.
Estamos en territorio Pedro Ximénez, una uva elegante, jugosa y con nombre propio, que parece que procede del Rhin, desde donde la trajo un soldado de los tercios de Flandes llamado en realidad Pedro de Siemens, al que los andaluces rebautizaron como Pedro Ximénez. Es la auténtica protagonista, ocupando más del 95% de la toda la superficie cultivada en esta DO, una uva polifacética con la que se elabora no solo el famoso vino con el que comparte nombre, sino también otras tipologías como finos, amontillados, olorosos y palo cortado.
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