Es un formato efímero, pues solo funciona unos meses al año, pero en el concello de Redondela, en Bueu o el Morrazo la tradición de ir de furanchos viene de lejos, de hace ya más de 300 años, cuando en las casas sobraba vino y se invitaba a los vecinos a tomar una cunca antes de ponerse a trabajar en la siguiente cosecha. Ha pasado el tiempo y esta tradición tiene cada vez más adeptos. La fórmula es sencilla, de lo que se trata es de disfrutar en el campo del vino de la temporada y de la cocina local en buena compañía.
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Los furanchos no salen en la Michelin ni en otras prestigiosas guías gastronómicas. Tampoco necesitan publicidad, porque se conocen por el boca a boca. Lo mejor para llegar a ellos es preguntar a algún vecino y luego fijarse en los letreros que se colocan en los cruces de los caminos o en las ramas de laurel (loureiro, como se llamaban antiguamente los furanchos) que se cuelgan en las puertas.