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Castilla-La Mancha

Toledo imprescindible

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Panorámica de Toledo, con el Alcázar a la derecha.

Una procesión nocturna en la Plaza Mayor de Toledo.

Aunque la leyenda asegura que Toledo fue fundada por Hércules, lo cierto es que en el cerro del Bu, del otro lado del Tajo, se descubrieron restos de un poblado celtibérico que llegó a convertirse en un importante enclave carpetano. Sobre él, posteriormente, los romanos fundaron Toletum, ciudad con derecho a acuñar moneda y de cuya importancia dan muestra los restos del anfiteatro. Asediada por los bárbaros y tomada después por alanos y godos, estableciendo estos últimos aquí su Corte, Toledo es finalmente conquistada por los árabes en el 711, quienes le darán buena parte del carácter y el aspecto del que hoy goza. Tanto antes como después de la Reconquista, en el 1085, la convivencia entre árabes y cristianos fue muy enriquecedora, y a lo largo de la Edad Media, al calor del despegue económico de la ciudad gracias a la industria de la seda, los paños o la fabricación de armas, se unió a ellas una nutrida comunidad hebrea, como permiten adivinar las sinagogas que sigue conservando entre sus sinuosas calles, así como el precioso barrio de la judería.

Tras la guerra de los comuneros, Carlos I la convierte en capital de su imperio y especialmente el siglo XVI marca una gran época de esplendor, trastocada por la decisión de Felipe II de trasladar, en 1563, la capital a Madrid. Los siglos de lenta decadencia que la Historia le deparó pueden hoy verse también como una ventaja, ya que Toledo ha crecido lo justo y, sobre todo, ha sabido conservar de forma envidiable su noble patrimonio, elevándose en una ciudad que emociona, siempre, a quien le presenta sus respetos.

NO SE PIERDA

Circunvalar la ciudad.
Antes de zambullirse en Toledo, rodearla en coche proporciona, amén de maravillosas vistas, una idea de la belleza que encierra.

Pasearse el casco viejo.
La ruta básica transcurre desde la catedral a la iglesia de Santo Tomé —que alberga la obra maestra de El Greco «El entierro del señor de Orgaz»—, pasando por las sinagogas de El Tránsito y Santa María la Blanca, por supuesto, en la vieja judería, hasta el monasterio gótico de San Juan de los Reyes. Preciosa también la zona de los cobertizos, donde aparecen conventos de la talla de Santo Domingo el Real o Santo Domingo el Antiguo.

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