Los mejores lugares del mundo para avistar ballenas

Por Hola.com

En algunos enclaves del globo, las ballenas llegan a arrimarse tanto a tierra que pueden verse a simple vista. Increíblemente cerca de la costa. El pueblecito sudafricano de Hermanus, a una hora y media de Ciudad del Cabo, está considerado el mejor lugar del mundo para este tipo de avistamientos, en el que no es ni siquiera preciso subirse a un barco para admirar de cerca a algunas de los centenares de ballenas francas que, entre julio y noviembre, recalan por su bahía con el único objetivo de aparearse. Son también estas moles de hasta dieciséis metros y cincuenta y cinco toneladas las que protagonizan los espectaculares avistamientos que pueden realizarse, sobre todo en septiembre y octubre, desde Puerto Pirámides, en Península Valdés (Argentina), donde en los encuentros más afortunados las ballenas francas australes parecen jugar con las lanchas, sumergiéndose bajo ellas y reapareciendo con majestuosos saltos, haciendo alarde de su poderío y dejando a la vista su poderosa cola.

También aquí, sobre todo en Punta Norte, Caleta Valdés y el golfo de San José, pueden verse orcas durante todo el año, aunque con más facilidad entre febrero y abril y en octubre y noviembre, al acecho de las crías de los elefantes y lobos marinos que retozan en la playa, y con los que parecen también jugar cuando logran darles caza, lanzándolos por los aires o rematándolos con la cola antes de devorarlos, con una saña que los expertos aseguran que no se trata de sadismo, sino de una manera de asegurarse el alimento y, de paso, transmitirle las técnicas de caza a los miembros más jóvenes de los grupos familiares en los que suelen vivir.

Glacier Bay, en Alaska, es otra de las zonas calientes para, además de ballenas jorobadas, avistar también orcas, así como la costa de Vancouver e isla de Vancouver, en Canadá, uno de los mejores lugares del planeta para, sobre todo entre abril y octubre, salir en zódiac —y hasta a bordo de un kayak— al encuentro de estas ballenas agresivas que, en realidad, son de la familia del delfín.

Desde buena parte de esta zona del Atlántico Norte, aunque también desde Groenlandia e Islandia, llegan a viajar en su migración anual las ballenas jorobadas que, de enero a marzo, podrán verse en la República Dominicana, tanto en su bahía de Samaná como en el santuario del Banco de la Plata, donde incluso hay tres embarcaciones —las de Aquatic Adventures, Agressor y Conscious Breath Adventures— autorizadas para que sus ocupantes puedan flotar en el agua mientras pasan las ballenas.

Estos gigantes llegan hasta estas aguas caribeñas para aparearse y parir a sus crías y, en cuanto éstas se han fortalecido lo suficiente para soportar un viaje tan largo, regresan al Atlántico Norte en busca del krill, su alimento habitual, ya que durante su estancia por estas latitudes la madre no habrá comido nada, a pesar de haber producido hasta ciento noventa litros de leche al día para amamantar al recién nacido.

Las ballenas jorobadas también protagonizan los avistamientos que han hecho famosa la bahía de Hervey, en Australia. Estos animales viajan, en este caso, desde el Antártico, para buscar pareja y parir a sus crías en las aguas cálidas de la Gran Barrera de Coral. En su regreso, para prepararse para su viaje de 5.000 km rumbo al Sur, recalan entre finales de julio y bien entrado octubre por esta bahía de las costas de Queensland, en la que pueden descansar y alimentar con tranquilidad a los ballenatos, a salvo de los tiburones y orcas que los acechan mar adentro.

Noruega, uno de los países donde la caza de ballenas sigue estando permitida oficialmente, puede ser un buen lugar en el que poner a trabajar los dólares del turismo: participar en las expediciones que en buena parte de su costa permiten avistar cachalotes, ballenas minke u orcas se antoja como una forma de contribuir a hacer rentable su conservación, y no su exterminio.

Algo parecido ha sucedido ya en las Islas Azores, donde se dejaron de cazar en 1981; hoy, muchos de los antiguos balleneros patronean barcos en los que los visitantes salen a cazar con su cámara a la veintena de especies de cetáceos que, en distintas épocas del año, moran en estas aguas del Atlántico portugués.

Otros puntos destacados del globo para admirar ballenas son la bahía de Monterrey, en California, una bahía próxima a San Francisco en la que pueden verse orcas, ballenas jorobadas, azules, francas, minke y, desde diciembre hasta mayo, la migración anual de la ballena gris; el santuario marino de Stellwagen Bank, en el estado de Massachusetts, por donde recalan ballenas francas, minke (también llamada rorcual menor), jorobadas o calderones; el Mar de Cortés, en México, entre los mejores lugares del mundo para ver ballenas azules y los inofensivos tiburones-ballena, o la caribeña isla de Dominica, que permite salir al encuentro de distintos tipos de ballena por sus aguas, aunque lleva a gala el contar con cachalotes que residen en ellas de forma permanente.