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La leyenda de la torre
De aquellos convulsos siglos en que los monarcas cristianos batallaban contra el último reino árabe establecido en Granada le viene a la torre del Oro una leyenda plagada de amoríos, infidelidades y traiciones. Cuentan que hubo un tiempo en que el monumento no fue despacho mercantil, sino un delicado serrallo para jóvenes y bellas amantes. Cuentan, además, que fue el Rey Pedro I el Cruel quien se sirvió de la torre del Oro para cobijar a las damas a las que cortejaba. Una leyenda nos relata que en aquellas luminosas dependencias vivía doña Aldonza, una joven de belleza irrefrenable y ojos penetrantes que recibía a la caída de la noche al monarca. Aseguran que el Rey no marchaba a palacio hasta bien entrado el amanecer. En sus estancias de los Reales Alcázares, situado junto a la Giralda y el popular barrio de Santa Cruz, aguardaba paciente doña María de Padilla, que era conocedora de las infidelidades de su esposo. Hay quien llegó a escribir que muchas de aquellas mujeres procedían del reino nazarí de Granada. La amistad que Pedro I mantuvo con Muhammad V, el Rey de la Alhambra, estableció lazos que iban más allá de los acuerdos militares y económicos. Aseguran que ambos intercambiaron amantes como los que intercambian regalos, posesiones o los incautos destinos de sus súbditos.
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