Viajes

Midi-Pyrénées - Languedoc Rosellón (Francia)

Las gargantas del Tarn

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Imagen de Castelbouc, situado en otra de las gargantas del Tarn.

El castillo de la Caze, situado a las orillas del río Tarn en La Malène.

DESCENSO EN BARCA
Otra vez en el fondo del cañón se alcanza La Malène. Esta localidad ofrece a los viajeros una inesperada sorpresa: un descenso en barca por el sector más aislado del desfiladero. Los experimentados barqueros se ayudan de largas pértigas y guían las embarcaciones hasta los rincones más reservados. El viaje, que dura un poco más de una hora, permite sentir toda una vida que lleva en sus limpias aguas el río Tarn. Tras pasar por la Grotte de la Momie, se alcanza la zona de Les Détroits, donde casi llegan a tocarse entre sí los grandes acantilados que caen a pico sobre el agua. Aprovechando el silencio con el que avanzan las pequeñas gabarras, es posible contemplar algunos de los animales que viven en el entorno: nutrias, ánades, somormujos y garzas reales.

Desde La Malène, la ruta permite ir descubriendo nuevos enclaves repletos de interés histórico y natural. Este es el caso del Château de la Caze, fortaleza del siglo XV levantada sobre la misma orilla del Tarn, y del pueblo de Saint-Chély. En esta última localidad, dominada por el majestuoso Cirque de Saint-Chély, se pueden ver algunas casas literalmente encastradas entre las rocas.

La carretera alcanza Sainte-Énimie, un interesante pueblo repleto de leyendas y con un inconfundible sabor medieval. Para descubrir la esencia de Sainte-Énimie, lo mejor es perderse por entre sus empinadas y estrechas callejuelas. En las puertas de las casas todavía se cuelgan unos grandes cardos, que sirven de barómetro natural y se han convertido en símbolo de la comarca.

UNA MARAVILLA SUBTERRÁNEA
En Sainte-Énimie se dejan las gargantas del Tarn y se asciende hasta lo alto de Causse Méjean. La amplia, deforestada y casi llana meseta calcárea sólo se ve interrumpida por una serie de fenómenos cársticos que modelan su relieve. Entre todos destaca la sima natural de Aven Armand. Fue descubierta de manera casual a finales del siglo XIX y su único acceso es un inclinado túnel artificial por el que desciende un funicular. El asombro de los visitantes se desborda ante una sala de colosales dimensiones, casi 50 metros de altura, repleta de estalactitas, estalagmitas y de las más diversas y llamativas concreciones. Una serie de escaleras y pasadizos permiten caminar entre esta especie de gigantesco bosque petrificado, que aparece dominado por una estalagmita de 30 metros de altura. No hay duda: estamos ante una de las maravillas subterráneas de Europa.

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