Hay en la provincia granadina un rincón apartado de las grandes rutas al que hay que ir a propósito. Se llama Castril y da nombre a un parque natural, a un pueblo y al río que lo baña. Solo por pasear por la Cerrada, el estrecho camino que las aguas han excavado en el roquedal calizo, merece la pena el desvío hasta allí.