Llegados el calor y el verano, a quien le viene Málaga a la cabeza piensa en playa, sol y ricos espetos disfrutados con la apetecible brisa mediterránea. Sin embargo, en esta ocasión, la propuesta va algo más allá. Llega el momento de apostar por otro tipo de vacaciones, de alejarse de la costa y poner rumbo a su interior, en busca de un paisaje repleto de montes y cultivos, de pueblitos blancos y orígenes remotos, que componen las joyas más desconocidas de la mítica provincia andaluza.
CÓMPETA Y SU TRADICIÓN VINÍCOLA
Anclada en el corazón de la hermosa comarca de la Axarquía, y a los pies de la majestuosa Sierra de Tejeda, Almijara y Alhama, Cómpeta es uno de esos pequeños pueblos de pasado morisco que tan bien conservan sus raíces. Cuando se visita lo primero que hay que hacer es pasear por el entramado de callejuelas encaladas que le dan forma, una prueba inequívoca de que poco han cambiado las cosas por allí desde hace siglos. Sus rincones pintorescos repletos de macetas con flores son una constante, como también el paisaje de vides que lo rodea. El vino de Cómpeta no es solo uno de sus mayores motores económicos desde hace décadas, también es el gran protagonista de una de las fiestas más populares que se celebran en la localidad cada 15 de agosto.