Con la cumbre pirenaica más emblemática como guía, el Monte Perdido, hay que adentrarse en lo más profundo para descubrir sus bellísimas cascadas. A su alrededor, la atracción son los pueblos de piedra de apretado caserío y aires medievales los que despuntan en el relieve montañés.
La imponencia de los hayedos que cubren densamente las laderas, entre los que asoman abetos, prepara para lo grande: un extraordinario valle de origen glaciar que corta los Pirineos desde la fronteriza cima del Monte Perdido