A la conquista de la bella Rusadir

Símbolo de la huella de España en el norte de África, restaurada y embellecida sin cesar, te descubrimos esta hospitalaria ciudad marinera presume de su fascinante Triángulo de Oro y de un soleado rosario de playas donde relajarse.

by hola.com Los fenicios llegaron para establecer en ella sus prósperos mercados, los romanos crearon una puerta de entrada a la Mauritania Tingitana y los árabes expandieron desde estos salientes su fuerza por todo el Mediterráneo. Finalmente, Melilla se hizo ciudad española un 17 de septiembre de 1497 cuando don Pedro de Estopiñán desembarcó en estas aguas en compañía de una fuerza expedicionaria. Todas esas huellas quedaron presentes en la ciudad amurallada, en el recinto fortificado que se eleva en un promontorio rocoso a modo de solitaria isla frente al estratégico cabo de Tres Forcas.

Melilla es una ciudad excéntrica, original y fascinante. Es la ciudad de las cuatro culturas. Musulmanes, cristianos, judíos e hindúes la han engrandecido. Melilla no queda próxima a ninguna gran ruta, y sin embargo se diría que está en mitad de todo. Protegida por la cordillera del Rif, la ciudad mira al Mediterráneo y a las pequeñas colonias militares españolas de Alhucemas y Chafarinas.

Declarada Conjunto Histórico Artístico desde 1953, Melilla la Vieja se extiende a lo largo de cuatro recintos fortificados que rememoran otros tantos episodios de su historia. Desde la plaza de los Carros las murallas parecen inexpugnables. El túnel de San Fernando, situado en la Falsa Braga, conduce hasta el foso del Hornabeque. Desde este callejón de carcomida piedra la torre de la Alafia, el Cuartel y el baluarte de San Fernando quedan a la vista. Sobre el istmo emergen los otros baluartes de San Pedro y San José. La plaza de Armas los une. A uno de sus lados, buscando el norte, se divisa la ensenada de los Galápagos, una cala secreta donde el mar rompe con furia. Para reforzar la seguridad de la ciudad, a partir del siglo XIX se construyeron los fuertes situados en el exterior de la ciudad que conforman el considerado quinto recinto fortificado, entre los que destacan los fuertes de Rostrogordo o el de Camellos.

Melilla la Vieja se hizo grande entre los siglos XVI y XVII. Bajo la protección de sus guarniciones militares, la ciudad comenzó a crecer. Para entonces ya había sido construida la capilla de Santiago, la única muestra gótica que posee el continente africano. Frente a ella se abre el almacén de las Peñuelas, que acoge la mayor parte de los museos temáticos que posee la ciudad, incluida la exposición permanente Rumbo Melilla y los fondos del Museo de la Ciudad, que hasta hace poco abría sus puertas en una vieja casona decimonónica próxima a la Muralla Real y a la Torre de la Vela.

La iglesia de la Concepción es el templo cristiano más antiguo de la ciudad, cuyas obras se iniciaron en 1657. A sus espaldas aparece un nuevo baluarte en cuyas galerías toma asiento el Museo del Ejército, que resume largos siglos de ajetreo militar. Pasado el faro abre sus puertas el Hospital Real, centro cultural de la ciudad melillense, y calles abajo las cuevas del Conventico, una de las muchas ramificaciones subterráneas que cicatrizan el vetusto peñón.

Pero será a principios del siglo XX cuando Melilla viva su época de mayor apogeo. Son años en que la ciudadela antigua se queda pequeña y sus habitantes necesitan buscar nuevos barrios para vivir y trabajar, dando origen al Ensanche Modernista. Más de doscientas residencias modernistas, muchas de ellas obra del arquitecto catalán, Enrique Nieto, discípulo de Gaudí, adornan el centro de Melilla, lo que la convierte en la segunda ciudad de España, después de Barcelona, con mayor número de edificios adscritos a esta corriente artística. Buena parte de ellos, como el Casino Español o la casa del Telegrama del Rif, los Cristales o la Cámara de Comercio, están reunidos en el llamado Triángulo de Oro y llaman la atención por los motivos florales y geométricos que adornan sus fachadas, cancelas, balconadas y tejados.

A mitad de la avenida Juan Carlos I aparece la plaza de las Cuatro Culturas que simboliza la convivencia de árabes, judíos, hindúes y cristianos. Esa singularidad que hace de Melilla una ciudad tolerante, plural y cosmopolita se traslada a la esfera de la religiosidad. Cada comunidad tiene bien establecidos sus lugares de culto. Y esa existencia, lejos de constituir un problema, convierte a la ciudad española en síntesis de paz y convivencia.

GUÍA PRÁCTICA

Cómo llegar
A Melilla se puede acceder por barco o avión. Transmediterránea enlaza sus barcos con los puertos de Málaga y Almería. La compañía aérea Air Nostrum vuela desde Madrid, Valencia, Málaga, Palma de Mallorca, Almería y Granada.

Dónde dormir
El mejor hotel de la ciudad es el Parador de Turismo ‘Pedro de Estopiñán’. Sus habitaciones miran desde un promontorio montañoso, próximo a los fuertes militares, a la ciudad modernista y al paseo marítimo. En su restaurante es aconsejable degustar cocina tradicional de la zona con esa singular mezcla de aromas y fusiones culturales. El Tryp Melilla Puerto es punto de partida del paseo marítimo y está a cien metros del centro de la ciudad. Cómodo, funcional y en un lugar estratégico.

Dónde comer
Las cuatro culturas que conviven en la ciudad autónoma de Melilla han conformado una gastronomía de lo más peculiar y sorprendente. Los platos de aliento musulmán tienen mucho predicamento en los bares y restaurantes que rodean el paseo marítimo. La confitería hebrea es muy apreciada. Los restaurantes La Posada de Paco Benítez (Alférez Guerrero Romero, 1) y Los Salazones (Conde de Alcaudete, 15) son dos de las mejores propuestas culinarias en Melilla. Pescados frescos, carnes rojas y una sección con guiños a la cocina marroquí acompañado de una buena bodega con las principales marcas españolas.

No te pierdas
Melilla tiene consideración de territorio franco, por lo que no se aplican aranceles ni se paga iva. Las ventajas fiscales son un atractivo fundamental para la compra de artículos de importación de contrastada calidad y autenticidad. Entre lo más solicitado, los objetos de joyería, relojería, perfumería, delicatessen, bebida y tabaco. La artesanía marroquí, especialmente cuero y cerámica, está bien representada en las numerosas tiendas del barrio del Mantelete, próximo al puerto, mientras los mercadillos están llenos de sorpresas y objetos de los más curiosos, como el del barrio del Real, el más importante, aunque también es posible visitar los coloristas zocos marroquíes próximos a la frontera, como el del Barrio Chino o el del Had. En estos casos es necesario salir de territorio español y entrar en Marruecos, por lo que es obligatorio llevar consigo el pasaporte. Melilla cuenta con playas propias, pero existen otras más allá de sus fronteras que son especialmente recomendables por su belleza y su tranquilidad, como las marroquías de Nador y Segangan.

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