Arquitecta de su propio destino
A los 20 años, Francisca dejó su país para llegar a Estados Unidos. Sin dinero, pero con los sueños y metas fijos, la joven trabajó vendiendo ollas de puerta en puerta en los vecindarios de Nueva York, un empleo en el que le pagaban por comisión.
"Pasaba los días muriéndome de hambre, tocando puertas mientras vendía mis ollitas y nadie abría. Hasta que una persona abría la puerta y no sólo me compraba, sino que también me daba algo de comer", contó en Despierta América sobre aquellos días en los que se topó con gente de gran corazón.