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Arquitecta de su propio destino

A los 20 años, Francisca dejó su país para llegar a Estados Unidos. Sin dinero, pero con los sueños y metas fijos, la joven trabajó vendiendo ollas de puerta en puerta en los vecindarios de Nueva York, un empleo en el que le pagaban por comisión.

"Pasaba los días muriéndome de hambre, tocando puertas mientras vendía mis ollitas y nadie abría. Hasta que una persona abría la puerta y no sólo me compraba, sino que también me daba algo de comer", contó en Despierta América sobre aquellos días en los que se topó con gente de gran corazón.

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Los días más difícilies

Francisca no tenía un hogar e iba de un lugar a otro con su maleta, sin encontrar un lugar para desempacar de forma definitiva. "Una vez recuerdo que no tenía para la tarjeta para pagar el bús o el metro y yo estaba en la calle casi a media noche" recordó.

"Se paró un señor en un taxi y me dijo: '¿A dónde vas? ¿Quieres que te lleve?'. Me dio un poquito de miedo porque era tarde y un hombre diciéndome eso, pero algo me hizo sentir que yo estaba bien y que no iba a pasar nada", contó sobre una de las muchas personas que la ayudó en los momentos más difíciles.

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El concurso que cambió su vida

Con la fe inquebrantable, Francisca Lachapel participó en Nuestra Belleza Latina en 2015, certamen en el que su carisma, su historia, su belleza y su personaje Mela la Melaza fueron suficientes para ganar el voto del jurado y del público.

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