Los síntomas del ataque de pánico como el que sufrió Jennifer López

Es una situación muy traumática puesto que las personas que lo sufren llegan a pensar que están padeciendo un infarto. Así lo vivió el protagonista de la serie televisiva 'Arrow', que tuvo que parar una entrevista por sufrir este percance

Por Nuria Safont

Son muchas las personas que han sufrido un ataque de pánico o de ansiedad en algún momento de su vida. Y son muchos los famosos que han decidido contarlo para hacer visible esta situación, que se vive como un suceso traumático, puesto que los síntomas se pueden confundir, incluso, con un ataque al corazón. Jennifer López, por ejemplo, ha confesado a sus fans que en la década de los 90 lo sufrió. Lo ha descrito como una sensación que la aterrorizó, que incluso le llevó a pensar que se iba a volver loca. La artista también resaltaba la importancia de dormir bien y las horas necesarias, así como cuidarse, puesto que este ataque de pánico lo sufrió por agotamiento, ha señalado. 

Otras celebridades han narrado también esta mala experiencia. Hace unos años, fue Alfred García, concursante de la edición de OT 2017, quien tuvo que ausentarse del plató por estar sufriéndolo. Emma Stone también declaró que de pequeña los padecía. Lo mismo explicó Stephen Amell, quien experimentó un ataque de pánico en mitad de una entrevista en la que estaba hablando del final de la serie televisiva 'Arrow'. Fue él mismo quien lo contó a sus fans en twitter. 

¿Por qué ocurren estos ataques de pánico? ¿Qué lo puede desencadenar? ¿Por qué los pacientes lo describen como algo parecido a un infarto? Te lo contamos.

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¿Qué es la ansiedad?

La ansiedad es una emoción natural que experimentan todos los individuos en mayor o menor grado ante una situación que nos estresa y se percibe como amenaza. Esta reacción emocional puede manifiestarse a un triple nivel: cognitivo-subjetivo (miedo, por ejemplo), fisiológico (sudoración, aumento de la frecuencia cardiaca) y motor (por ejemplo, temblores, dificultad para la marcha, pérdida de equilibrio). "Todos hemos podido sufrir ansiedad en algún momento de nuestra vida, pero solo un 6% de la población la sufre de manera crónica, según las últimas revisiones europeas", explica el doctor Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS). Por ello, es importante diferenciar entre la ansiedad normal o adaptativa y la ansiedad patológica.

La primera se explica por el estímulo desencadenante, ya que surge como reacción ante una situación y es necesaria para sobrevivir y tomar decisiones que permiten la adaptación al medio. La ansiedad patológica, por el contrario, se da ante un peligro que no es real o cuando su intensidad y duración son desproporcionadas. Es altamente incapacitante y puede aislar a la persona socialmente, lo que conlleva un gran sufrimiento. Este tipo de ansiedad se caracteriza por síntomas de preocupación excesiva, miedo intenso, hipervigilancia y síntomas somáticos, o cualquiera de estos, en ausencia de una situación peligrosa.

La buena noticia es que un diagnóstico correcto y una terapia adecuada, apoyada por tratamiento farmacológico si es necesario, puede resolver el problema, devolver la calidad de vida a los pacientes y evitar un ataque de ansiedad o pánico. 

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¿Me está dando un ataque de pánico?

Un ataque de ansiedad es un evento desagradable que puede aparecer tanto en personas que sufren ansiedad como en las que no. "Más de un 20% de la población lo ha sufrido en algún momento de su vida y puede quedarse solo en un susto o ser el desencadenante de un trastorno de ansiedad. Cuando aparece el ataque, se experimenta un grado de nerviosismo muy superior al normal, pérdida de control, sensación de que se va a morir o se está volviendo loco. Alcanza su intesidad máxima a los diez minutos y puede provocar temblores, taquicardia, sudoración, dolor en el pecho, mareos, náuseas, vómitos e, incluso, sensación de que se va a perder la consciencia o pérdida de ella. "El evento es tan repentino que se puede confundir con un ataque cardiaco", alerta el especialista. 

Generalmente, se da en momentos de mucho estrés, pero también puede no estar relacionado con esa situación que nos inquieta y manifestarse en cualquier momento. "Incluso puede aparecer durmiendo", asegura Antonio Cano. Esto ocurre porque al dormir nuestro cerebro no desconecta ya que está procesando información, entre ella, la emocional. Esa información puede desencadenar una reacción de ansiedad en el organismo que nos despierte y produzca un ataque de pánico. Por si fuera poco, "en el paso del sueño a la vigilia el paciente no entiende qué es lo que le está pasando y la sensación de pérdida de control puede ser aún mayor, con lo que el ataque de pánico será peor", alerta. 

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Cómo actuar frente a una crisis

No es fácil actuar frente a una crisis de ansiedad. Quién lo experimenta se siente incapaz de serenarse, si no lo ha aprendido antes. Por ello, lo ideal es que se sepa cuáles son los signos de una crisis e intentar convencerse de que no va a pasar nada. Aprender técnicas de relajación y respiración, ayudará a lidiar con el día a día con mayor tranquilidad y asertividad y a actuar frente a una crisis de pánico si en algún momento se manifiesta. 

"La mejor manera de abordar este problema es con información", afirma rotundamente el presidente de la SEAS. Es decir, si la persona afectada sabe que lo que le está ocurriendo no es un infarto y que no se está muriendo, podrá manejar y controlar los síntomas del ataque y volver a la normalidad. Por otro lado, hay que cambiar el foco de atención para desviar el pensamiento y, para ello, puede ser de ayuda hablar con otra persona. Asimismo, andar, intentar respirar profundamente o distraerse también son útiles para superar este momento tan desagradable. 

Si todo ello no funciona, puede ser necesaria la intervención médica, que intentará serenar al paciente con la palabra y con tratamiento farmacológico, según el estado del paciente, si así lo considera el facultativo.

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Tratamiento de la ansiedad crónica 

Según el doctor Cristóbal Gastó, del Servicio de Psiquiatría del Hospital Clínic de Barcelona, existen diversos fármacos para tratar la ansiedad. En primer lugar es necesario que un especialista realice un diagnóstico correcto puesto que hay distintos tipos de ansiedad que pueden requerir un abordaje terapéutico u otro. Asimismo, es importante distinguir cuándo se tienen solo síntomas y cuándo se padece un trastorno. Por ejemplo, es normal padecer un estado de excitación cuando se va a realizar una actividad determinada como hablar en público pero eso no requiere tratamiento.

Hay tratamientos rápidos (como las benzodiacepinas) y otros más lentos, pero que han demostrado más eficacia (son los llamados antidepresivos). Según el experto del Clinic de Barcelona, el tratamiento óptimo es el antidepresivo (aunque el paciente no tenga depresión) y la palabra. Y es que “a menudo es mucho mejor dar más explicaciones y escuchar al paciente. En este sentido, la combinación de fármacos y la terapia cognitivo-conductual ha dado muy buenos resultados”.

"Si se puede evitar la terapia farmacológica y utilizar solo la cognitivo-conductual, optamos por esto", matiza el doctor Cano. Lo que hay que remarcar es que estos problemas se tratan, de una manera u otra, y eficazmente. Pero si el paciente no busca ayuda, su problema no va a resolverse solo, puede empeorar y derivar en otros trastornos. "Sabemos que desde que el paciente experimenta los primeros síntomas de ansiedad hasta que pide ayuda pueden pasar 8 años. A veces, no lo hacen nunca. Y, sin embargo, en atención primaria abordamos estos problemas, generalmente, en siete sesiones", recuerda. Merece la pena, por tanto, no dejarlo pasar y pedir ayuda para volver a vivir una vida plena y satisfactoria.  

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Terapias alternativas 

Además de ponerse en manos de un especialista y adoptar hábitos de vida saludable, como llevar una vida sana, realizar una actividad física moderada y regular y evitar los tóxicos como el alcohol, el tabaco o las drogas, que empeoran los ataques de pánico, hay terapias alternativas que también pueden ayudar a vencer la ansiedad y a prevenirla. 

Yoga. Se persigue el balance corporal y el control de las emociones mediante posturas, ejercicios de respiración y relajación. Existen varios estudios que avalan su eficacia. Por ejemplo, el realizado por la facultad de Psiquiatría de la Universidad de Boston, en EE.UU, que señala que esta técnica milenaria ayuda a aumenar los niveles GABA del cerebro (ácido gamma-aminobutírico). Sus niveles bajos están relacionados con la ansiedad y la depresión. La misma investigación sugería que el yoga aporta más beneficios que caminar si se quiere bajar la ansiedad. 

Meditación o mindfulness. Tomarse unos minutos al día para centrar la atención y meditar ayuda a lidiar con los efectos del estrés, la ansiedad, la depresión y reduce el dolor, indica un estudio realizado en la Universidad de Harvard, en EE.UU. El trabajo recuerda que no podemos eliminar las causas que nos producen estrés, pero sí podemos minimizar su impacto en nuestro organismo. La meditación ayuda a ver los problemas con mayor perspectiva y ademas baja la frecuencia cardiaca, la presión arterial y disminuye los niveles de cortisol, hormona relacionado con el estrés. 

Musicoterapia. Tocar un instrumento o la terapia musical ayuda a mantener el control de la ansiedad y mejora los síntomas de la depresión cuando se complementa con tratamiento médico, tal como afirma una revisión realizada por Cochrane, una organización sin ánimo de lucro que reúne a científicos de todo el mundo para realizar estudios rigurosos y contrastar la evidencia médica. 

Acupuntura. Aunque se necesitan más estudios para confirmar los resultados, hay investigaciones que sugieren que la acupuntura podría ayudar a reducir los síntomas de la ansiedad y, sobre todo, de la depresión. Por ejemplo, una investigación publicada en la revista médica americana Journal of Alternative and Complementary Medicine trató a varios pacientes con fluoxetina, un fármaco que se emplea para la depresión, y a otro grupo control con acupuntura y vio que la respuesta era parecida. Aún así, no se descarta que el beneficio pudiera deberse al conocido como efecto placebo.