El poder del Rey durante la alta Edad Media era limitado y su cometido se centraba fundamentalmente en ganar guerras. Por ello, y temiendo que Suecia se convirtiera en un estado feudal, son los mismos soberanos los que deciden reforzar su poder con ayuda de la burguesía y los campesinos. Hecho que condujo a la instauración de un parlamento, Riksdag, en 1435, -el más antiguo de Europa-, en el que se representaron los cuatro Estados: nobleza, clero, burguesía, y campesinado.
Durante los siglos XII y XIII, los feudos luchan por el control del reino sueco y se alternan en el poder hasta la mitad del siglo XIII. Son estos monarcas, -la reina danesa Margarita es un claro exponente de la época marcada por el Tratado de Kalmar (1396-1523) y por las relaciones entre linajes-, la misma autoridad real para los tres países: Suecia, Dinamarca y Noruega. No obstante, en 1520, cuando el rey danés Cristián II ordena ejecutar a 80 dirigentes suecos, el pueblo le responde sublevándose, deponiéndole como monarca y eligiendo, en 1523, a un noble sueco, Gustavo Vasa como Rey de Suecia.
