Los felices 30 de Carlota Casiraghi y el inesperado giro del destino

Por hola.com

Cuando menos se espera, la vida va y sorprende. A veces parece fluir en una determinada dirección…, y el destino da un volantazo y tuerce la trayectoria de los acontecimientos. Este 3 de agosto Carlota Casiraghi cumple treinta años junto a su amor, Lamberto Sanfelice, en un nuevo giro de esos inesperados, y estrena década estrenando también felicidad. Aquellas primeras miradas al cielo de la hija de la princesa Carolina cuando paseaba sonriente por las calles de París en compañía del director de cine y aristócrata italiano -en las imágenes con las que la revista ¡Hola! dio a conocer en exclusiva el incipiente romance allá por noviembre de 2015- anunciaron sin comunicado ni beso que su corazón volvía a estar como en una nube.


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Y, desde tales alturas, la noticia de su relación cayó con enorme impacto y reverberación en el mundo entero. El nuevo curso de los sentimientos sorprendía, lo que no era de extrañar conociendo el gusto por la discreción de la bella Carlota, pero el cambio de sentido que había tomado nuevamente su vida llegaba con señalización, un preaviso de varios meses de rumores de ruptura con Gad Elmaleh, padre de su único hijo (el precioso Ralphaël, de casi tres años), y el otro protagonista de esta historia de (des)amor. Una crisis de pareja en la primavera de 2015 fue el principio del fin. Carlota Casiraghi abandonaba el apartamento en París que compartía con Gad y volvía a vivir en Mónaco junto a su pequeño. En la distancia intentaron por todos los medios salvar su relación y un mes después decidieron darse una nueva oportunidad a la desesperada.

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De aquellos días fueron sus instantáneas de besos y abrazos en una cita hípica en Saint-Tropez, un rotundo desmentido a los primeros rumores de distanciamiento; luego acudieron juntos a todas y cada una de las celebraciones nupciales de Beatrice Borromeo y Pierre Casiraghi, lo que incluso cambió el signo de los comentarios, de ruptura a compromiso futurible. Nada más lejos. A las semanas de la gran Boda Real, en el mes de septiembre, volvían a separarse sus caminos, ya definitivamente. Carlota Casiraghi se marchaba del domicilio parisino que compartía con el actor francés y se trasladaba a otro lujoso barrio con su pequeño. Había llegado el momento de encajar el golpe... de timón.

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Recuperaba la ilusión, o las ganas que cantaría Dani Martín, al lado de Lamberto Sanfelice. Otro hombre del cine (se dice que conoció a Carlota a principios de 2015 en el Festival Internacional de Sundance, donde presentaba su ópera prima, Cloro, por la que recibió nominación como mejor director novel en los Premios David di Donatello de 2014, el galardón cinematográfico más prestigioso en Italia, equivalente a los Goya españoles); otro hombre mayor (de cuarenta, que comienza década con buen principio como su partenaire) y otro hombre extranjero (italiano igual que su padre, Stéphano Casiraghi), pero otro hombre, también, que sintoniza con el mundo de Palacio: es descendiente de una de las familias más ilustres de la nobleza de Nápoles, los Sanfelice, Duques de Bagnoli; es amigo de los amigos de Carlota (cultiva la amistad con Ginevra Elkann, hermana de Lapo y Jhon Elkann, herederos del imperio Agnelli, e íntima de Beatrice Borromeo, posible nexo de unión de la pareja), y se mueve pues en el mismo círculo de sus hermanos.

Y, con esas premisas, el amor inesperado no solo no se rompió, sino que se hizo más fuerte. Él entró en la familia y pasó las vacaciones de invierno en una estación de esquí al abrigo de los suyos, las dos personas más importantes en la vida de Carlota: su madre, Carolina de Mónaco, y su hijo, el pequeño Raphaël. Ella hizo las maletas y se mudó a la Ciudad Eterna en su intento de hacer eterna su felicidad. La relación de fin de semana, de idas y venidas entre París –ciudad de residencia de Carlota hasta la fecha- y Roma -ciudad natal del cineasta y en donde está establecido-, se consolidó con la rutina de besos diarios. Así lo confirman las imágenes publicadas en ¡HOLA! de su primera aparición pública, último indicio de que afrontan como pareja una nueva etapa. Pero el porvenir es un signo de interrogación de apertura. El tiempo dirá si Lamberto Sanfelice pone definitivamente el de cierre.

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