Estefanía de Mónaco vuelve al Festival Internacional de Circo de Montecarlo con su hija Paulina convertida en toda una belleza

Por hola.com

El Festival Internacional de Circo de Montecarlo es de esas citas oficiales que Estefanía de Mónaco realmente disfruta y se ha convertido además en una de las excepcionales ocasiones en que tenemos oportunidad de verla acompañada por alguno de sus hijos, apartados habitualmente de los acontecimientos palaciegos. Ha corrido a su cargo, en ausencia del príncipe Alberto que se encuentra en el Polo Sur en el marco de un viaje a la Antártida, la inauguración de la 33ª edición de este circo que tradicionalmente, desde que el príncipe Raniero lo fundó en 1974, ofrece por estas fechas en el principado números de payasos, doma, piruetas y saltos imposibles. Y, una vez más, el espectáculo más grandioso del mundo volvió a dibujar una amplia sonrisa a la Princesa, mientras su acompañante, su hija Paulina, convertida en una bella mujercita, imprimía en ella una mirada henchida de orgullo.

La [princesa Estefanía], presidenta honorífica del certamen circense, y sus hermanos han mantenido la tradición de un espectáculo tan apreciado por el patriarca de la familia Grimaldi, que otorga los conocidos payasos de oro, plata y bronce, auténticos Oscar del arte circense. La pasión familiar por el circo ha calado hondo en los nietos y, especialmente, en Paulina. Por eso, tras una dilatada ausencia de la vida pública, la joven ha elegido la carpa para volver a mostrarse al mundo tras su paso de niña a mujer -muy guapa con un vestido negro por encima de la rodilla, bolso y zapatos de tacón a tono y sutilmente maquillada-, al lado de su madre. Su regreso al circo probablemente haya rescatado de su memoria imborrables momentos como cuando sorprendió al mundo participando en un arriesgado número circense con un elefante hembra llamada Patma. Fue la estrella durante siete noches en el número de doma de Franco Knie, por aquel entonces pareja de la princesa Estefanía.

Aquella experiencia fue mucho más trascendente de lo que el mundo pudiera nunca imaginar. No se trataba de una aventura pasajera. Paulina quería ser realmente una artista de circo. A lo largo de casi dos años, Paulina, a diferencia de sus hermanos -Luis y Camilla-, se integró plenamente en la familia circense Knie. Nada en el mundo podía ilusionarla más que dar de comer a su querido elefante Patma, sacarlo a dar un paseo alrededor de las itinerantes instalaciones del circo o ensayar arriesgados números de doma... La ruptura sentimental entre su madre y el domador Franco Knie rompió aquel sueño y acabó con la vida bajo la carpa.