Isabel II se ha convertido en la reina de todas las reinas. O casi. Y es que solo ella y antes que ella su tatarabuela, la reina Victoria, han cumplido el Jubileo de Diamante o, lo que es lo mismo, nada menos que sesenta años en el trono. Si el aniversario de la reina Isabel está marcado en rojo en la agenda oficial de los Windsor, que han hecho piña y han preparado unas celebraciones por todo lo alto para festejar como merece la magna ocasión –el homenaje irá in crescendo a medida que se aproxime el verano-, tampoco se perderá en las páginas de la historia al convertirse en la segunda soberana con el reinado más largo. Plata, rubí, oro, diamante... reina de jubileos a tan solo un paso de su antepasada, que ciñó su corona durante sesenta y tres años, de 1837 a 1901.
La reina Victoria dejó el trono muy alto. Marcó una época, la era victoriana, caracterizada por la Revolución industrial y la consolidación de Reino Unido como primera potencia del siglo XIX; extendió su reino y llegó a ser conocida por las uniones matrimoniales de sus hijos y nietos con otros monarcas como la Abuela de Europa. Pero su majestad y excelencia radicaban en su sentido común y buena voluntad, objeto siempre de reverencia. Cuando el 22 de septiembre de 1896 la reina Victoria sobrepasó a su abuelo el rey Jorge III en el trono, pidió que todas las celebraciones conmemorativas fueran pospuestas hasta 1897, el año en que se celebraba su Jubileo de Diamante.
También Isabel II quiso esperar a ser coronada. La soberana se convirtió en reina a los veinticinco años, el 6 de febrero de 1952, tras la muerte de su padre, Jorge VI, pero fue su deseo guardar luto y celebrar la ceremonia de entronización el 2 de junio de 1953 en la abadía de Westminster. Así que aunque el Jubileo arrancaba oficialmente el pasado 6 de febrero, 60º aniversario de su ascenso al trono, los festejos centrales tendrán ocasión el primer fin de semana de junio, del 2 al 5. Y es que le sigue a la reina Victoria los pasos en grandeza y en sencillez.
