Las joyas de la princesa Margarita se subastan por cifras astronómicas

Por hola.com

Hay ceros que brillan más que los diamantes, perlas, esmeraldas o rubíes. Refulgen con fuerza y se convierten en noticia. Como hay piezas de joyería que valen más que su peso en oro. La fabulosa subasta celebrada hace unos días en la casa Christie’s es un claro ejemplo de las dos afirmaciones anteriores. Hasta ella llegaron postores de medio mundo que querían hacerse con "un pedazo de historia de la realeza", como se apresuró a explicar Raymond Sancroft-Kaber, jefe del departamento de joyería de la citada casa de subastas. Así era. El vizconde Linley y su hermana, lady Sarah Chatto, habían decidido subastar ciento noventa y dos lotes de joyas y seiscientas piezas de mobiliario, platería y obras de arte pertenecientes a su madre, la fallecida princesa Margarita. Con los ingresos (que se preveían cercanos a los cuatro millones y medio de euros) esperaban poder hacer frente a los elevados impuestos del patrimonio heredado de la difunta hermana de Isabel II, calculado en algo más de cinco millones de euros.

El posible disgusto de la Reina
Pero la fiebre por tener en casa pedacitos de historia (con diamantes engarzados) contagió a muchos más de los que Christie’s y los hijos de la princesa Margarita pudieron suponer. Al final del primer día, los afortunados (y ricos) postores habían comprado todas las joyas por un precio tres veces superior al de las previsiones más optimistas. Nada menos que catorce millones de euros. Dinero más que de sobra para hacer frente a los impuestos y, tal como han afirmado el vizconde Linley y lady Sarah Chatto, para donar en parte a obras benéficas, una de las peticiones explícitas de su tía, la reina Isabel II.

'Las joyas de la Corona'
La decisión de los hijos de la princesa Margarita no estuvo exenta de polémica. Al parecer, y según la prensa británica, su padre, el fotógrafo Anthony Armstrong-Jones, casado con la Princesa de 1960 a 1978, cuestionó el derecho de sus dos hijos a vender ciertos bienes.