El [príncipe Guillermo], hijo mayor del [príncipe Carlos], y su novia, Kate Middleton, acudían el pasado sábado 4 de junio a la boda de unos amigos, Hugh van Cutsem y Rose Astor. El príncipe era, además, testigo de este enlace, y para evitar los comentarios que su presencia junto a Kate hubieran creado, eligió llegar acompañado de los otros ocho testigos una hora antes de que la boda se celebrara. Kate, en cambio, hizo su entrada en la iglesia de San Juan Bautista de Burford, en el condado de Oxfordshire, sólo quince minutos antes. La novia de Guillermo vestía en crema y lucía un elegante tocado. Se dio la coincidencia de que a este enlace también asistió Jessica Craig, a quien se relacionó con el príncipe hace dos años. Jessica y Kate eran en sus indumentarias como la noche y el día. Frente al clasicismo de Kate, Jessica llevó un sombrero de «cowboy» y se cubría el vestido con un echarpe de color marrón.
Guillermo y Kate abandonaron la iglesia como habían llegado, por separado, pero la prueba de que ambos están muy unidos vino después del banquete nupcial, que terminó a las cuatro de la tarde, cuando ellos lograron sacar tiempo para disfrutar de unos preciosos momentos a solas. El príncipe y Kate dieron entonces un tranquilo paseo por un sendero, con el típico paisaje de la campiña inglesa como testigo, de la mano y hablando animadamente. Pero su romántico interludio fue demasiado breve —al localizar a un fotógrafo, ellos se separaron y regresaron al autocar rojo que les llevó a sus automóviles.
Ya por la tarde, la pareja se unió a sus amigos para tomar unas bebidas y cenar en el «pub» King’s Head, en Bleddington, Oxfordshire. La mañana siguiente, sus caminos se separaron. Mientras Kate —quien, según se dice, ha sido invitada a pasar algún tiempo con la Reina en Balmoral este verano— regresaba a su hogar familiar en Berkshire, Guillermo se reunía con su padre en el campo de polo de Cirencester Park, donde ambos representaron al equipo del Highgrove.
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