La Familia Real de Holanda se vuelca en la hora de la despedida

Por hola.com

Aunque la reina Beatriz y sus hermanas han intentado respetar al máximo los últimos deseos de su madre, el carruaje que condujo a la princesa Juliana a su última morada, el mismo que fue utilizado hace año y medio en el entierro del príncipe Claus, no fue blanco, sino morado. No obstante, las hijas de la Princesa pidieron que, aparte del féretro, se incluyeran en el coche fúnebre elementos decorativos de este color como cuatro plumeros de avestruz en cada una de las esquinas del techo de la carroza, riendas blancas, rosetas blancas en los ocho caballos... Y detrás, un sencillo carruaje con tres sobrias coronas de flores blancas -frisias, rosas y crisantemos, mezclados con hortensias, lilas, lirios y Lathyrus odoratus-: una, con los nombres de Bernardo, la Reina, las tres princesas y Pieter van Vollenhonven; otra, con los de los nietos y una tercera, con los de los bisnietos.

La Realeza rinde tributo a la Princesa
A las 11:30 llegaban a la iglesia de Nieuwe Kerk cientos de asistentes, que iban tomando asiento. Casi todos los representantes de las principales monarquías y principados del mundo se encontraban presentes: el rey Alberto y la reina Paola de Bélgica, la reina Margarita de Dinamarca, el rey Juan Carlos, Hans-Adam de Liechtenstein, el rey Carlos Gustavo y la reina Silvia de Suecia, el príncipe regente Haakon de Noruega, el Gran Duque Juan de Luxemburgo; el príncipe heredero Alberto de Mónaco, el príncipe Felipe de Edimburgo, esposo de la reina Isabel, en representación de la Corona inglesa; la reina Ana María de Grecia y su hijo, el príncipe Nicolás; el príncipe Moulay Rachid de Marruecos; la princesa Sirindhorn de Tailandia; el príncipe Akishino y la princesa Kiko de Japón; la reina Noor y La princesa Sarvath de Jordania y el Aga Khan, líder espiritual de los musulmanes israelitas.

Para recibirlos se había preparado una compleja operación logística. La mayor parte de los asistentes, cerca de 1.100, así como autoridades nacionales y extranjeras, tuvieron que acercarse a la Universidad Técnica de Delft, donde se les informó del sitio que ocuparían en la iglesia, hacia donde se desplazaron en autobuses. Los invitados personales de la Princesa, en cambio, se reunieron en el edificio del Consejo de Estado.