Don Felipe y doña Letizia, herederos de la mayor fortuna de Ciudadela, destinarán la mitad a la creación de una fundación benéfica

Juan Ignacio Balada, fallecido en noviembre, ha legado su patrimonio a la Corona

Por hola.com

Los Príncipes de Asturias se han convertido en los destinatarios de la mayor herencia de Ciudadela (Menorca), aunque aún no se puede confirmar oficialmente que vayan a aceptar el legado. El multimillonario Juan Ignacio Balada,  fallecido el pasado mes de noviembre, ha dejado su fortuna a don Felipe y doña Letizia, así como a los ocho nietos de los Reyes de España, según ha informado en primicia Última Hora de Menorca. El testamento, que se conoció en la segunda semana de diciembre, dispone que la mitad del patrimonio del empresario menorquín, adjudicado a la Familia Real española, se destine a la creación de una fundación de interés general -misión que confía a los Príncipes- y el otro 50 por ciento se otorgue individualmente a los Herederos de la Corona y los niños reales. La última voluntad de este filántropo de fuertes convicciones monárquicas excluye de la herencia tanto a sus dos únicas familiares directas, sus primas María del Carmen y María del Pilar Arregui Llabrés, como a sus amistades más cercanas.

La Casa del Rey no ha dado aún su respuesta de conformidad. Estudian el caso los servicios jurídicos de Palacio que cuantifican la fortuna real adjudicada, analizan las condiciones de la donación y deciden si puede ser finalmente aceptada por los miembros reales. Va para largo el asunto. Lo complica la misma situación en que se encuentra el legado del multimillonario menorquín. La titularidad de algunas de las propiedades es compartida. Por otro lado, las dos familiares excluidas del testamento, que acompañaron a su primo en sus últimos días, están en su derecho de emprender acciones e interponer reclamaciones de disconformidad con esta última voluntad.

Un testamento que ha sorprendido a propios y extraños: a sus parientes y amistades -“es tan estrambótico como fue él en vida”- y a Zarzuela, ya que ningún miembro de la Familia Real conocía al fallecido. "Es objetivamente bueno para los Príncipes, pero sobre todo para los intereses generales de la población, que así podrá disponer de una nueva fundación pública".