Desde poco después del mediodía miles de personas comenzaron a salir a las calles del centro de Copenhague para poder ser testigos de una boda histórica, la del príncipe Federico de Dinamarca con la abogada australiana Mary Donaldson.
El ambiente festivo se vivía en todos los rincones de la capital danesa que desde el pasado 5 de mayo ha asistido a las diversas celebraciones con motivo del Príncipe Heredero. A lo largo del todo el recorrido por el que pasarán los futuros esposos se han dispuesto vallas de seguridad, alrededor de las cuales se va disponiendo la gente, que porta pequeñas banderas con los colores de Dinamarca y Australia.
Mary Donaldson se ha criado en la fe presbiteriana. Para casarse con Federico, deberá convertirse al rito evangélico luterano, que es el practicado por la familia real de Dinamarca. De la misma forma, el actual príncipe consorte Enrique tuvo que abandonar la religión católica para casarse con la entonces princesa heredera Margarita. También ha tenido que renunciar a la nacionalidad australiana y británica. Un sacrificio simbólico para una joven muy apegada a su tierra natal. Como contrapartida, el ministro para la Integración, Bertel Haarder, se apresurado a presentar una propuesta de ley que concedería a la esposa de Federico los mismos derechos que una persona nacida en suelo danés.
A las tres y media de la tarde, media hora antes de la boda, llegaba el [príncipe Federico] a la catedral de Nuestra Señora de Copenhague. Federico, relajado sonriente y, aparentemente, nada nervioso, salió del palacio de Amalienborg, la residencia oficial de la reina Margarita, con su padrino, su hermano, el príncipe Joaquín.