La reina Paola de los belgas pone a punto el fabuloso invernadero del palacio real de Laeken

Por hola.com

Como requiere la tradición, los invernaderos reales del palacio de Laeken, residencia oficial de los reyes de los belgas, Alberto y Paola, se abren al público en la época de floración. Para ello y con meses de antelación es necesario tenerlos a punto y quien se encarga de dirigir estas tareas es la propia reina Paola, quien se convierte para ello en una auténtica y real jardinera.

Apasionada del nada fácil arte de la jardinería, la esposa del rey Alberto no descuida un detalle y en las jornadas en las que las plantaciones se preparan recorre las instalaciones del invernadero dando instrucciones y comprobando que todo está en orden. El día de la apertura oficial, que es anunciada públicamente, multitud de personas aguardan su turno rigurosamente para poder entrar y admirar los bellísimos ejemplares que en el invernadero se cultivan con tanto cariño y primor.

Construido en el siglo XIX
Estos fantásticos invernaderos del palacio de Laeken fueron mandados construir en 1873 por el rey Leopoldo II, apodado el "rey constructor", encargando la obra al prestigioso arquitecto Alphonse Balat, quien se inspiró en los famosos invernaderos del Palacio de cristal de Londres para llevarlos a cabo. Durante el siglo XIX, el progreso de las técnicas de construcción, y sobre todo la utilización del metal y del vidrio, hicieron posible este nuevo tipo de edificio, que causó una gran admiración. Hoy se conserva con todo su esplendor y sigue causando la misma fascinación. El fantástico complejo, que da la apariencia de una pequeñaciudad de cristal implantada en un paisaje valón, está considerado como uno de los principales monumentos del siglo XIX en Bélgica.

Catalogados, por otra parte, como los de mayor extensión del mundo, tienen una superficie de catorce mil metros cuadrados y su actual colección de plantas tiene un triple valor excepcional. En primer lugar, algunas pertenecen a las plantaciones originales de Leopoldo II, que todavía se conservan. Por otra parte, las actuales siguen respondiendo, en su conjunto, al espíritu que presidió el origen del invernadero. Y finalmente, la rareza extraordinaria y el gran valor de muchas de las especies.