Alberto de Sajonia 'inventor' del árbol de Navidad

Por hola.com

Pero además, la soberana tenía un gran espíritu navideño. A lo largo de su vida, tanto de niña como de adulta -siendo madre de nueve hijos-, siempre celebró por todo lo alto la Navidad. Unas fechas a las que la Reina se refirió, en más de una ocasión, como a "la época más feliz del año".

"Después de cenar, como cada año, en el palacio de Sandringham... nos dirigimos al salón de dibujo cerca del comedor... Allí había dos grandes mesas sobre las cuales se encontraban dos árboles de Navidad decorados con luces y todo tipo de adornos. Los regalos estaban cuidadosamente colocados alrededor de los abetos. Mi madre me regaló un pequeño bolsito de color rosa y ligeramente perfumado, tal y como a ella le gustaba; un precioso conjunto de broche y pendientes, libros, algunas pinturas, un vestido de satén rosa y una capa".

Referencia universal
Alberto de Sajonia y la Reina de Inglaterra reprodujeron en su palacio la memoria de niño del Príncipe alemán. Mandaron cortar un inmenso árbol y, después, cuando éste quedó instalado en uno de los grandes salones de la mansión, lo adornaron -el cristal de Bohemia llegaría más tarde- con dulces, figuritas de cera, ramilletes de almendras y pasas, bombones, doradas nueces, velitas rojas, pan, madera, telas y juguetes.

La aristocracia inglesa le siguió los pasos y, de ahí, en tan sólo unas décadas, el árbol de Navidad, junto al tradicional Belén y la figura de Papá Noel, se convirtió en una referencia navideña universal.

A pesar de todo y, entre otras muchas epopeyas que circulan por el mundo, la leyenda alemana no reconoció a su Príncipe como el inventor del árbol de Navidad y siguió defendiendo la tradición germánica.

La idea de que fue Martín Luetero, el fundador de la fe protestante, el que decidió, a mediados del siglo XVI, en una noche silenciosa y fría de vigilia, cuando regresaba a Wittenberg, adornar con pequeñas velas algunos abetos del bosque, estaba muy arraigada. Y el que, impresionado por la belleza de los árboles helados que resplandecían bajo la luz de las estrellas, cortó un pequeño abeto y lo llevó a su casa para colocarle adornos en todas las ramas.
El árbol de Navidad, símbolo vegetativo del bosque y expresión de las fuerzas fecundantes de la Madre Tierra, fue, también, objeto de culto para la princesa Nassau-Weilburg, que lo introdujo en Austria; para la duquesa de Orleáns Hélene de Mecklembourg que, en 1840, colocó un árbol en las tullerías; y para la emperatriz Eugenia que, durante el segundo imperio, se convirtió en una auténtica defensora de la nueva moda.