Novela realidad: La tragedia de la princesa Filippa

Por hola.com
Reflexiones sobre la muerte
En sus monólogos íntimos, sorprende, sin embargo, que paralelamente a ese canto alegre a la vida, haga continuas referencias sobre su «viaje a Casa» como si intuyera que iba a morir joven. «Hoy he hablado sobre la posible tumba, en caso de que muera antes de lo que espero. En el castillo, en el jardín, que habría que arreglar. Junto a mi tumba, una acacia y/o un roble/cerezo… Sobre la tumba, alquimila y peonía. Gloria Dei, campanilla de nieve, helecho y una lápida o escultura bonita, los arcángeles (los cuatro, también Uriel), como detalle. Y una cruz bonita…».

«La muerte no es importante —decía—. Nos separa de nuestro cuerpo, pero es mi alma la que ama. Si le prometo el amor a una persona, entonces es para siempre. ¿Si amo a una persona, a esa primera persona, más allá de la muerte, la querré eternamente? Te preguntas una y otra vez por qué ha muerto alguien…» Aunque sus padres sabían lo importante que era la familia para Filippa, no fue hasta después de su marcha inesperada cuando descubrieron, a través de esos diarios, lo agradecida que estaba por todo lo que le habían enseñado y cuánto amor les tenía. «Con las siguientes palabras, deseo hacer constar que quiero a mis padres por encima de todas las cosas. En caso de que me pasara algo, de que hiciera inesperadamente el viaje a la casa del cielo, quiero que mis padres lo sepan…».

El último viaje
Filippa escribe la última página de sus diarios con diecinueve años, el 29 de marzo de 2000, el día en el que se pone la fecha de su boda en el castillo de su familia en Sayn, en el Oeste del país: «Me he prometido y me casaré con Vittorio el próximo verano (…). Es lo mejor que me podría haber pasado».

El día que murió, cuando había transcurrido casi un año y medio desde que apartó los diarios de su vida, habló con su madre por última vez sobre las ganas que tenía de volver a casa después de haber realizado un gran trabajo fotográfico. «Ni ella ni yo —comentaba la princesa Gabriela— sabíamos que, aunque se estaba refiriendo a su casa de Florencia, a donde se iría realmente sería a su casa del cielo».

«Nos encontramos a Filippa amortajada —escribe su padre, el príncipe Alexander, a modo de despedida—. Parecía satisfecha y orgullosa, bella como la durmiente princesa del cuento».

Filippa descansa a las afueras de Florencia, en Montegemoli —el lugar donde habría instalado su hogar— entre los cipreses de la pequeña iglesia que estaba prevista como capilla bautismal para sus hijos. Sobre su tumba, enmarcada por dos ángeles, una frase de su diario: «Te amaré, te respetaré y veneraré por toda la eternidad, ya llueva, haya tormenta y sople el viento, o haga sol, estés o no más allá de la muerte. Filippa».