Sayako, la hija del emperador, aprende a ser una ciudadana más

Por hola.com

Paseando entre las rosas del parque central de Tokio, Sayako y Yoshiki Kuroda parecen una pareja japonesa más disfrutando de sus primeros días de matrimonio. Son las imágenes de dos enamorados que exprimen al máximo cada momento de su luna de miel paseando por el parque -al igual que hicieran los recién casados de la entrañable película, Descalzos por el parque, a los que dieron vida Jane Fonda y Robert Redford- y haciendo turismo por los lugares más significativos de la ciudad. Gozando, en definitiva, de la compañía del otro, pero, también, aprendiendo a toda carrera a ser marido y mujer. No obstante, esta nueva etapa en la vida de Sayako, tan cercana a la de cualquier matrimonio joven, no podía estar más lejos de la anterior existencia de la Princesa.

Una ama de casa en ciernes
Sayako, la única hija de los Emperadores de Japón, ha dejado de ser Princesa Imperial para convertirse en la señora Kuroda y, de acuerdo a la ley japonesa, que priva a las féminas de su condición real por contraer matrimonio con un plebeyo, en una ciudadana común y corriente. Así, Sayako ha comenzado a vivir tras su boda el reverso de los cuentos de hadas. Ha dejado el Palacio imperial, su antiguo hogar, por un apartamento alquilado de un dormitorio, y su trabajo como ornitóloga, que ejercía en el Instituto de Yamashina, en la provincia de Chiba, al este de Tokio, por el de ama de casa -para evitar posbles ‘problemas caseros’, Sayako ha asistido a un curso básico de cocina, entre otras materias domésticas como hacer la colada, planchar y hacer la compra en el supermercado-. Y, a juzgar por su sonrisa y su buena cara en estas imágenes, la transición parece estar siendo de lo más apacible.

De todas formas, para que la Princesa no tenga problemas en su adapción a su nueva condición plebeya, a modo de regalo nupcial, el Gobierno japonés le concedió una dote de más de un millón de euros. Ayuda económica con la que la pareja planea comprarse una nueva vivienda más espaciosa -todavía en construcción-, en el barrio de clase media-alta de Mejiro, una zona al norte de Tokio cerca de la Universidad de Gakushuim. Hasta que les entreguen las llaves de su nuevo piso, los señores Kuroda continuarán residiendo en el apartamento que han alquilado en el centro de Tokio; el que les recordará para siempre sus paseos por el parque.