El cónclave: anécdotas históricas en la elección del Pontífice romano

Por hola.com
Wojtyla, el desconocido
La elección de Juan Pablo II, el Papa que llevó a la Iglesia al siglo XXI, no estuvo exenta de anécdotas. Los cardenales entraron en el Cónclave el día 15 de octubre de 1978 y entre ellos estaba el polaco, aunque estuvo a punto de quedarse fuera. Había pasado el día en un monasterio cercano a la ciudad italiana y, cuando volvía a Roma, se estropeó su coche. Karol Wojtyla tuvo que hacer autostop y llegó sólo unos minutos antes de que se cerraran las puertas de la Capilla Sixtina. Su nombre no estaba entre los favoritos, aunque ya en el Cónclave que eligió a Juan Pablo I, -el primer Pontífice de la historia que tomó un nombre compuesto, fruto de la admiración que profesaba a sus predecesores- había obtenido cuatro votos.

Sonaban como favoritos entonces los nombres del entonces arzobispo de Génova, Giuseppe Siri, conservador, y Giovanni Benelli, arzobispo de Florencia y de tendencia más centrista. Uno de los dos sería el futuro Papa según todos los comentarios. Pero las votaciones estaban muy igualadas y nada inclinaba la balanza en uno u otro sentido, por lo que empezaron a aparecer nombres nuevos entre los que estaba el de Karol Wojtyla, cardenal de Cracovia. Pese a que en los últimos cinco siglos el Sumo Pontífice había sido italiano, el polaco obtuvo 99 votos y fue proclamado nuevo Papa.

Los Papas investigados por la Inquisición
A lo largo del siglo XX, fueron tres los Papas investigados por la Santa Inquisición por sus ideas y proyectos reformistas: Benedicto XV, Juan XXIII y Pablo VI. La dictadura franquista vio sus Pontificados como una auténtica amenaza. Precisamente, en el Concilio II, promovido por Juan XXIII, se sustituyó esta institución por la Congregación para la Doctrina de la Fe, cuya misión era sobre todo promover la fe más que vigilarla. La reforma eclesiástica del Concilio Vaticano II se temía en España y se veía como una amenaza al vigente régimen nacional católico.

El latín fue sustituido por las lenguas vernáculas y se promovió la libertad religiosa y de conciencia. La dictadura franquista abrió entonces una cárcel sólo para curas que habían sido condenados por decir misa en una lengua regional. Este temor y rechazo a los cambios del Concilio no disminuyó con Pablo VI, su sucesor, que no tuvo tampoco muy buena relación con Franco.