Juan Pablo II emprende su viaje más breve

Por hola.com

Lloran y aplauden sin cesar los peregrinos y repican a muerto las campanas de San Pedro. Las banderas ondean agitadas por la brisa que mueve a la vez, las ricas vestiduras de los cardenales. Suena el "Himno Magnífica" mientras los silleros se llevan los restos del Papa hacia la gruta. A su paso Reyes, presidentes y mandatarios, bajan su cabeza en señal de respeto. ha llegado el momento del adiós. El Papa de va y los silleros giran, por última vez el féretro (cara la multitud) antes de desaparecer por la puerta de San Pedro.

Vestido con los paramentos oficiales
No volveremos a ver el rostro del Papa. Un rostro que, bajo un velo blanco de seda, refleja el sufrimiento que ha padecido en los últimos meses y durante la agonía. Juan Pablo II, vestido con los paramentos pontificales: la mitra blanca en la cabeza; la casulla -manto que se usa para celebrar la Misa- de color rojo, que simboliza el luto en la Curia vaticana; el palio, una tira (estola) de lana blanca con cruces negras, símbolo de la dignidad arzobispal y signo litúrgico de honor y jurisdicción, fijado con un gran alfiler dorado, y sus tradicionales zapatos de color marrón rojizo, emprende su marcha definitiva.

A pocos metros de la tumba de San Pedro
El Papa Juan Pablo II ha sido inhumado directamente en la tierra de las grutas vaticanas, al igual que Pablo VI, y no en un sarcófago de piedra y mármol como los demás Pontífices. Juan Pablo II descansa, por lo tanto, en la misma cripta donde han sido enterrados 147 Papas a pocos metros de la tumba de San Pedro, al lado de Pablo VI, y frente al sarcófago de Juan Pablo I. El mismo lugar donde estuvo enterrado durante casi 30 años su predecesor al que tanto admiraba, Juan XXIII. El Pontífice cuyos restos fueron trasladados para su veneración hasta el altar de San Jerónimo de la basílica de San Pedro en el verano del 2001, después de que Juan Pablo II lo proclamara beato. Un lugar donde, ademá de las tumbas papales, se encuentran los sepulcros de un emperador, un rey, dos reinas y el «misterio del sarcófago español», denominado así porque no se sabe si los restos que contienen pertenecieron a Calixto VI o a Alejandro Borgia, ambos de la misma dinastía española. Y en su lápida figuran escritos el nombre y las fechas del pontificado.

Un crucifijo y una Biblia abierta Sus restos mortales descansan ya para siempre en un ataúd de madera de ciprés encajonado en otro de plomo, donde han sido depositados un saquito con las medallas de su pontificado y un pergamino con los hechos más señalados de su papado enrollado en un tubo de cobre, y este féretro a su vez en un tercero de madera de olmo barnizada sobre el que se ha colocado un crucifijo y una Biblia abierta y ha sido atado con cordones morados, el color del cardo del desierto que en la liturgia simboliza la ausencia de la vida.
Al entierro, que ha transcurrido en apenas 30 minutos y ha sido muy sencillo -"una ceremonia sobria, simple, en estilo evangélico", por su expreso deseo-, le seguirán a lo largo de nueve días la celebración de misas novendiales, que marcará el punto de partida para la elección.