Biografía de Juan Pablo II

Por hola.com
El perdón a Alí Agca
El 13 de mayo de 1981, tres años después de haber sido designado nuevo Papa, Juan Pablo II volvió a ser único, en este caso por un dramático hecho. Alí Agca, miembro del grupo extremista Los lobos grises, disparó al Papa una bala que se le hundió, directa, en el vientre. Por vez primera en la historia, la sangre de un Santo Padre se derramaba en la plaza de San Pedro, el lugar donde los primeros cristianos fueron martirizados. Pero, el Papa, en un gesto de nobleza y manifestando su real deseo de paz y conciliación, acudió el 27 de diciembre de 1983 a la cárcel Regina Coeli de Roma, a la celda de Alí Agca, para concederle el perdón.
Juan Pablo II fue, así, el primer Papa de la historia en visitar una cárcel. Como también fue el primero en recorrer una sinagoga (en Roma, frente al Vaticano, donde ningún Santo Padre se había siquiera asomado) o una Mezquita (como hizo durante su visita a Damasco).
Por otro lado, no podemos olvidar su gesto cuando, después de los atentados de las Torres Gemelas, reunió, en Asia, a los líderes de todas las religiones del mundo para rezar por la paz. Este gesto, más el haber sido dinamizador del Encuentro de Asís, en 1986, con representantes de las Iglesias de todo el mundo, le hicieron ser reconocido por su labor ecuménica y conciliadora.
La humanidad del Santo Padre
"Tengo debilidad por la música. Lo sé. Es mi pecado polaco". En su quinta y última visita a España, en mayo de 2003, los organizadores quisieron obsequiar al Papa con un detalle de pura música emanada de lo más profundo: nada menos que el Ave María de Schubert interpretado con el particular estilo de la Niña Pastori. "Con los brazos abiertos os llevo a todos en mi corazón -dijo Juan Pablo II ante más de un millón de personas congregadas en la plaza de Colón, de Madrid, y aledaños-.
El recuerdo de estos días se hará oración pidiendo para vosotros la paz en fraterna convivencia, alentados por la esperanza cristiana que no defrauda (...) Y con gran afecto os digo, como en primera vez. ¡Hasta siempre, España! ¡Hasta siempre, tierra de María!". Éstas fueron sus últimas palabras en nuestro país, un país por el que demostró a lo largo de su Pontificado especial afecto y simpatía. Dejó el Santo Padre tras su visita, millones de corazones llenos de esperanza y cinco nuevos santos de origen español. No en vano, Juan Pablo II proclamó, a lo largo de su Pontificado, más santos y beatos que todos sus antecesores juntos: 476 santos y 1.314 beatos, todo un récord que habla de su afán por reconocer la verdadera humanidad hecha acción de hombres y mujeres a lo largo del mundo entero.
Ahora, ha emprendido su viaje 104 con la serenidad propia de un hombre justo, bueno y noble que nunca olvidó una juventud cargada de lucha, por encontrar luz en un tiempo devorado por las tinieblas. Esa luz que le guió en los tiempos duros de la barbarie, cuando el nazismo se convirtió en un monstruo que llamaba a la aniquilación. Juan Pablo II no le dejó crecer, le combatió. Esa fuerza y coraje le acompañó hasta su último suspiro.
Nunca se rindió
La imagen de un Papa enfermo, con un Parkinson que afloraba en cada gesto, contribuyó a generar un debate en torno a si Juan Pablo II debía renunciar. Él lo tuvo claro y lo expresó, cuando la voz aún no le alcanzaba su garganta herida, a través del arzobispo argentino Leonardo Sandri, días después de la traqueotomía que le impidió rezar el Ángelus en la plaza de San Pedro: "En medio de los enfermos sigo sirviendo a la Iglesia y a la humanidad entera". Su tenacidad se convirtió en una bandera que ondeaba a lo largo de la cristiandad y a lo ancho de los pueblos que creen en la fuerza del ser humano que cree en Dios y en el otro. Juan Pablo II y su coraje despertaron el corazón de millones de personas que le vieron como paradigma del buen luchador que no se rinde ante la adversidad. Aunque ésta intente doblegarle.