Raniero de Mónaco, ingresado en la UVI
Ese pequeño País que encarna un sueño. Un País con ciudadanos que desconocen el desempleo, la guerra, la inseguridad, lo que significa pagar impuestos y que están acostumbrados a codearse con príncipes, famosos y millonarios. Una ciudad romántica capaz de generar miles de millones, un mundo utópico creado por la mano de [Raniero de Mónaco]. El mismo hombre que, cuando tomó las riendas de su reino, en 1949, (después de su abuelo, Luis II,) era sencillamente a los ojos del mundo y de sus propios conciudadanos un desconocido (había estudiado en Inglaterra y Suiza) que pasaba en Mónaco , como otros turistas (especialmente aristócratas sin dinero) a los que les gustaba viajar a la Costa Azul, la época de verano.
El Reino de los cuentos
No se puede hablar de Raniero, sin embargo, sin evocar el papel fundamental que tuvo a su lado la princesa [Grace] que, con la promoción de infinidad de actividades culturales y artísticas, contribuyó plenamente al resplandecimiento internacional del Principado. [Gracia de Mónaco], como así pasó a llamarse a partir de su boda, dio un toque de glamour a su reino y atrajo la atención de la elite del dinero y la nobleza. El matrimonio, que parecía recién salido de un cuento de hadas, había aprendido a combinar a la perfección el misterio de Hollywood, con el encanto principesco del viejo mundo... Además, la llegada al mundo de [Carolina de Mónaco], a la que siguieron, el príncipe Alberto y la princesa Estefanía, contribuyó, sin duda, a redondear la encarnación de un sueño válido para todas las generaciones.
La época de duelo
Gracia subyugaba a todo el mundo, desde el presidente Kennedy al Papa Juan XXIII, pasando por el general de Gaulle al Aga Khan, Ava Gardner, Aristóteles Onassis, François Mitterrand, la duquesa de Westminster, Wallis Simpson, Jean Cocteau...
En 1982, sin embargo, todo se vendría abajo. La muerte de Grace en un accidente de tráfico, abrió una época de gran duelo en la crónica monegasca y Raniero empezó una nueva andadura en solitario. No obstante, y aún con el corazón roto por la desaparición de su esposa Grace Kelly, el monarca ha demostrado tener, durante todos estos años de 'gobierno' en solitario, una fuerza de carácter inquebrantable, a la hora de evitar lo peor: la desintegración de su familia. También, unos brazos muy grandes para recibir a sus hijos o nietos cuando, en los momentos más difíciles de su existencia, se vuelven hacia él buscando refugio, consejos y consuelo.