Sofía de Habsburgo nos recibe en su palacio de Roma, rodeada de sus hijos

Por hola.com

En los años ochenta, una de las más bellas princesas de la realeza europea llenaba de luminosidad las fiestas y las publicaciones de nuestro país. Se llamaba Sofía, y, como hija del archiduque Fernando de Austria, sobrino, a su vez, del emperador Carlos I, recientemente beatificado por el papa Juan Pablo II, era archiduquesa de Habsburgo y princesa de Hungría y de Bohemia. Rubia y poseedora de los ojos más intensamente azules de la época, parecía como sacada de un cuento de hadas y, sin embargo, en el fondo había llegado a España a curarse de una herida de amor que le había ocasionado un príncipe que, diez años más tarde y para que el cuento tuviera un final feliz.... se convertiría en su marido: el príncipe Hugo de Windisch-Graetz.

Sin perder aquella luminosidad de sus ojos, Sofía, uno de los rostros más populares de la citada década, y que, por aquel, había trabajado como modelo, hecho televisión, había dedicado una importante parte de su tiempo a una ONG infantil y había colaborado con ¡Hola! entrevistando a personajes como Richard Gere, el Dalai Lama, Mick Jagger y el Sultán de Omán, vive desde hace quince años en el palacio romano de Taverna, junto a su esposo y sus tres hijos, Maximiliano, de 14 años; Alexis, de trece, y Larissa, de siete.

Han pasado casi tres lustros y Sofía, princesa de Windisch-Graetz, que no se asomaba a las páginas de ¡Hola! desde hace siete años, aparece ahora radiante en su portada casi coincidiendo con el sesenta aniversario de la revista, evocando la época en que era una de nuestras más bellas portadas, y hablándonos del radical cambio que, tras casarse, experimentó su vida, así como de la felicidad que, día a día, y de forma siempre ascendente, la inunda.

-España, Europa.. conocieron a una archiduquesa esplendorosa, deslumbrante y llena de atractivo. Sigue siendo la misma con la bella solera de unos años más en su aspecto... ¿ha cambiado también interiormente?
Externamente a la vista está lo que soy y cómo estoy y no soy yo la más indicada para decirlo. Internamente soy distinta por completo. El verdadero cambio experimentado en mi vida tuvo lugar cuando me casé, en l990. A partir de ahí, todo ha sido positivo para mí porque la felicidad es mayor a medida que pasan los días. Y es que, si crecen los hijos sanos, felices y fuertes, la felicidad también crece. Por el contrario, debo reconocer que en los años de mi popularidad, allá por los ochenta, yo no era una persona feliz. Era un personaje público, rodeado por el brillo de las fiestas pero, en el fondo, me sentía bastante sola. Todo aquello no encajaba para nada con lo que yo sentía, o deseaba, en mi interior. No fue una época positiva para mí.