Han pasado muy pocas semanas desde que se convirtiera en Princesa de Asturias y sus gestos, su actitud y, sobre todo, su estilo siguen siendo primer objeto de análisis. Un estilo que, aún asemejándose mucho al lucido cuando ejercía como presentadora de televisión, ha ido modificado más allá de cualquier exigencia protocolaria. Las críticas sobre su comportamiento y sobre su forma de vestir no han pasado inadvertidas. Desde su habitación de palacio doña Letizia sabe perfectamente lo que se piensa y lo que se dice de ella. El mundo al que perteneció sigue siendo suyo. Nadie le ha vuelto la espalda y son muchos los que le hacen saber lo bueno y lo malo. Mientras tanto, y como ha sucedido a lo largo de la historia, ella ha aceptado que se hable de cómo viste, de su pelo, de sus zapatos, de sus gestos con la mano y de tantos otras pequeños detalles que el tiempo se encargará de ir borrando.
La esposa de don Felipe avanza hacia el futuro con aplomo y seguridad. A sabiendas de que ha de superar la dura prueba de ser, desde el primer momento, la "princesa" más perfecta del universo. Ha probado, ha arriesgado y, a ojos de muchos, también se ha equivocado a la hora de seguir perfeccionando su papel. Un rol desde el que se asoma, en este momento, muy femenina y muy segura de sí misma. Pero también un rol que tendrá que ir moldeando con el tiempo porque en el caso de doña Letizia todo está por hacer.
Doña Elena, la infanta elegante
A lo largo de los años, desde que era tan sólo una niña y aún luciendo aquellos vestidos que tan poco le favorecían, los antiguos de la Casa Real --así se conoce a los que trabajan desde siempre para el Rey y su familia-, siempre apostaron por el empaque de la primogénita. Era, según ellos, de las dos hermanas, la que mejor lucía los modelos, la que sabía defender, en cualquier circunstancia o situación, cualquier prenda o tocado.
Por ello, aunque no se distinguió doña Elena, en su adolescencia y juventud, por una presencia despampanante, nada más alcanzar la treintena, la duquesa de Lugo demostró, en sus apariciones públicas, que poseía una elegancia, un don, y un empaque natural.