Confesiones de la Reina Noor de Jordania en su casa de Londres

Por hola.com
¿En qué momento se enamoró del Rey?
Fue muy confuso. Él era un Rey hachemí y yo daba por hecho que un hachemí se casa con otro hachemí. Al principio nunca llegué a pensar que pudiéramos llegar a tener algo más que una sencilla amistad. Creí que él podía sentirse más libre conmigo que con sus subordinados a la hora de intercambiar ideas. En ese momento, la región estaba preparándose para una conferencia de paz internacional y toda la energía del Rey se dirigía en esa dirección.

Me llevó bastante tiempo aceptar que él quisiera que compartiéramos nuestras vidas. Entonces, empecé a mirarlo de forma distinta. Dejé de verlo como un Rey, como un admirable y respetado hombre de Estado y empecé a pensar en él como en un ser humano. No obstante, mis sentimientos no me impidieron ver que "esa persona", además de vivir una situación específicamente compleja, tenía enormes responsabilidades que no podían ser olvidadas ni relegadas. Claro que, para que aquella relación tuviera algún sentido yo tenía que enamorarme del hombre… Y me enamoré del hombre.

¿Y eso fue suficiente?
No conocía usted a mi esposo. Yo llegué a creer en él en ese nivel profundo en el que se puede dar un salto de fe y ésa es, precisamente, una de las razones del título del libro.

¿Esa fe de la que habla es la misma que le llevó a convertirse al islam sin que él se lo hubiera pedido?
Cuando llegué a Jordania me di cuenta de que la simplicidad de la relación directa con Dios iba en consonancia conmigo. También reconocí la equidad social y la igualdad que existía entre hombres y mujeres en las enseñanzas del islam.

Lisa se convirtió en Noor al Hussein, Luz de Hussein, ("el regalo más valioso que me hizo el Rey") y olvidándose de que siempre había pensando casarse descalza en la cima de una montaña o en un campo de margaritas, empezó a prepararse para su boda con el Rey de Jordania. ¿Cómo definiría esos momentos? Y ¿qué recuerda especialmente de todo aquello?
Los días y las noches que pasaba con el Rey resultaban excitantes, aunque, como apunto en el libro, no negaré que la idea de ser la cuarta esposa de Hussein era problemática para mí.No obstante, cuando miro ahora las fotografías de nuestra boda veo a una mujer joven llena de optimismo y esperanza ,que sonríe con todo su corazón a un apuesto hombre con barba que responde de forma parecida. La verdad es que me sentía colmada por un sentimiento de calma y felicidad. De alguna forma, la vida no tenía límites y cualquier sueño u objetivo era posible.De esos días recuerdo también, muy especialmente, lo felices que fuimos cuando, después de recibir las felicitaciones por nuestra boda pudimos escaparnos a Acqaba, nuestro lugar favorito en Jordania y cómo, el día después, dimos la bienvenida a todos los niños (los ocho hijos del Rey) que se unieron a nosotros.