El fin de una vida de Emperatriz

Por hola.com

"Mis lágrimas se habían agotado para dejarme en el fondo de mis ojos un brillo intenso. La vida ya no sería nunca lo que fue. Schams, en los jardines de las Tullerías, mi reverencia la primera vez que le vi… El mar Caspio y mi traje de baño… Nuestro primer beso… La Reina madre y el azúcar esparcido sobre mi cabeza…".

Aprendiendo a vivir
Después del divorcio quiso llamarse de nuevo Soraya Esfandiary-Bakhtiary pero, por Decreto del Sha, se le concedió el rango de princesa Imperial. Título que le daba derecho a un pasaporte diplomático y a que en las embajadas se la tratase como a un miembro más de la familia. Quiso, entonces purificarse, huir de sí misma. Y empezó a recorrer países. A tocar todos los meridianos del planeta en zigzag. A diez mil metros de altura nada ni nadie podía alcanzarla. Sobrevolar las nubes era la única forma de no estar en este mundo. Deseaba renacer a la vida, pero tenía miedo de todo. Sus ayudantes de campo se habían esfumado…

"¿Cómo pagar una consumición?, ¿qué propina dejar?, ¿cómo atravesar una plaza? ¿cómo evitar a los otros coches?, ¿cómo aparcar el mío? Mi madre me volvió a enseñar a andar, a sonreír?...

"Compré un helado de vainilla"
En Nueva York, por primera vez, compré un helado de vainilla… Hacía como que nada había cambiado, pero no era cierto. No pasaba ni un solo día en que no estuviera obsesionada por el Irán, adonde jamás volvería. Para un cierto tipo de prensa era una inagotable Mesalina, cuando la verdad es que estaba luchando por salir de un doloroso divorcio que me había quitado toda la intención de pensar en el amor… Me sentí aliviada cuando tuve noticia de la boda del Sha con Farah Diba".

Un flechazo de cine
Cada vez más despiadadamente se le presentaban todo tipo de pretendientes, importantes, menos importantes, licenciados, libertinos, playboys y cazadores de dotes. Soraya busca consuelo a su abandono y a la inmensa pena de saberse estéril, pero no encuentra satisfacción, en nada ni en nadie, hasta que, en 1967, decide volver atrás en el tiempo. Hacía cinco años que había dejado Teherán y había llegado el momento de poner en marcha sus sueños de niña. No entendía nada de cine, pero iba a debutar como actriz en la película, Tres rostros de mujer. Filme, en el que haría un papel estelar.
"Franco Indovina, el director del filme, estaba allí. Delante de mí contándome el sketch que había escrito. Yo no le escuchaba. Estaba bajo su hechizo. El corazón hace cualquier cosa. Noches enteras para rehacer el mundo. El amor a primera vista, el flechazo".