Kalina de Bulgaria querría haber lucido en el día de su boda un vestido de su gran amigo Miguel Palacio. Sin embargo, la Princesa renunció a su deseo para rendir homenaje a sus antepasados, a su padre, el rey Simeón, y, en especial, para honrar a los ciudadanos búlgaros que, en todo momento, le han hecho sentir su cariño.
Por este motivo, Kalina escogió un auténtico vestido de inspiración tradicional búlgara diseñado según las tradiciones del área de Rhodope y entregado por los ejecutivos de la compañía de cosméticos Rubella. El vestido de Rhodope, con un corte que asemejaba una túnica, tiene un gran valor etnológico, ha sido fabricado con la ayuda de expertos locales y Kalina ha seguido en momento el proceso de realización de su traje de novia.
Sandalias y medias blancas
Un vestido blanco, de manga larga, sin cola y largo pero no hasta el suelo. Sobre él un chaleco bordado en el mismo tono, unos bordados elegidos por la propia Kalina que decidió también donde quería que fueran colocados. Un cinturón, el mismo que adorna los trajes tradicionales del país, ceñía la cintura de Kalina. A pesar de ser ya otoño, la Princesa llevaba unas sandalias blancas de tiras cruzadas y medias del mismo color.
La princesa cubría su cabeza con un velo blanco, tupido, ribeteado con un sencillo encaje. Curiosamente, cuando hizo la entrada en la carpa nupcial del brazo de su padre, sorprendió que el velo apenas permitiera ver el rostro de la Princesa. Éste se sujetaba a su recogido con un broche de brillantes en forma de corona real propiedad de la familia de la novia.