Padre abrazando a su hijo. Sobreprotección de los padres S.XXI©Istock

Crianza

¿Los padres del S.XXI son demasiado sobreprotectores?

Querer premiar a los hijos por el poco tiempo que creemos dedicarles puede llevarnos a generar una ‘rutina de premios’ que va más allá de la protección y seguridad que necesitan

En los últimos años, los padres hemos empezado a confundir la palabra proteger a nuestros hijos con la de sobreproteger. La diferencia es clave y, en este caso, se convierte en una piedra en el camino de la educación de nuestros hijos.

En el segundo caso, lejos de favorecer la autonomía e independencia de nuestros hijos, podemos llegar a favorecer una personalidad débil e incapaz de enfrentarse a los problemas en un futuro no muy lejano.

Una sobreprotección que, como nos cuenta Bárbara Martín Martí, psicóloga en el Centro de Psicología Álava Reyes y coautora de El arte de educar jugando (JDEJ Editores), “ha aumentado, sin duda, en la actualidad, debido a la cada vez mayor falta de tiempo, la dificultad de conciliar vida laboral y familiar”, que nos hace pensar que no le dedicamos suficiente tiempo a nuestros hijos y nos bloquea. Ella nos explica a qué podemos llamar sobreprotección, qué consecuencias tiene en la educación de nuestros hijos y cómo podemos evitar que exista.

¿A qué podemos llamar sobreprotección?

Hoy en día, los padres intentan ser súper padres, involucrándose en todas las facetas de sus hijos. Este exceso de atención, que es lo que es, suele venir determinado por la falsa creencia de que los niños, para ser felices no han de sufrir. Por esta razón, tratamos de anticiparnos a sus necesidades sin darnos cuenta de que lo que hacemos es no dejarles aprender.

Cuando hablamos de sobreprotección nos referimos, por tanto, a un exceso de cuidado y atención que llega a influir en el correcto desarrollo infantil, afectando a su personalidad y limitando su autonomía. De esta forma, la sobreprotección se convierte en una ironía, ya que, intentando hacer felices a nuestros hijos, los convertimos en inseguros e infelices. Se trata de preparar a los niños para la vida, no preparar la vida para los niños.

¿Qué consecuencias tiene esta sobreprotección en los niños a medio plazo?

Generalmente, los niños que crecen en un entorno educativo con exceso de sobreprotección tienen más posibilidades de desarrollar mayores niveles de dependencia y, por tanto, más ansiedad. Además, esto también conlleva el desarrollo de sentimientos de inseguridad, baja autoestima, baja tolerancia a la frustración, problema en las relaciones con iguales, limitación en el desarrollo de su creatividad o falta de capacidad para resolver problemas.

¿Somos ahora más sobreprotectores que antes?¿A qué se debe este aumento?

La generación actual dista mucho de la de nuestros padres, principalmente porque, por regla general, contamos con menos tiempo. Una de las frases más repetidas en mi consulta es: “para el poco tiempo que paso con él, no quiero que esté enfadado o triste”. Y es así. La vorágine en la que estamos sometidas las familias con horarios maratonianos hace:

  • Por un lado, que vayamos con más prisas.
  • Por otro, que estemos más cansados y, por tanto, tenemos menos paciencia y el tiempo del que disponemos para dedicarle a nuestros hijos es de menor calidad.

5 consejos prácticos para evitar la sobreprotección

Para evitar ese sistema de premios por la falta de tiempo que creemos tener para ellos y esa sobreprotección que damos a nuestros hijos, impidiéndoles un aprendizaje completo en el que se equivoquen, la experta nos da unos consejos prácticos:

  1. Antes de intervenir, debemos pararnos y observar a nuestro hijo con la boca cerrada. ¡Nos sorprenderá la cantidad de veces que son capaces de resolver problemas de forma exitosa! Debemos permitir que el niño explore y se enfrente a pequeñas dificultades desde pequeños.
  2. Diferenciar entre elogiar y alentar: en vez de decir “eres un campeón”, lo mejor es decirles “gracias por ayudarme a recoger, has dejado todo genial”.
  3. Cuando somos pequeños, todos sentimos sensaciones indefinidas, y solo somos capaces de identificar si son agradables para nosotros o no. Nuestra labor como padres es ayudarles a ponerles nombres a esas sensaciones, ¡pero no rescatarles de ellas!
  4. Debemos adaptar la casa a ellos y no al contrario, con ello facilitaremos su autonomía en todos los niveles.
  5. Los adultos, en la medida de lo posible, debemos amoldar nuestro horario al niño y no todo lo contrario.