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Una boda es un símbolo en sí misma, pero, además, toda ella está repleta de simbología. Desde los anillos hasta el camino hacia al altar, pasando por los votos, el baile o los padrinos. Hoy queremos centrarnos en el velo y la mantilla, esos accesorios opcionales que están cargados de lecturas y que pueden trasformar por completo el estilismo de una novia. Incorporar alguno de estos dos complementos al look es una decisión muy personal, pero también un homenaje al pasado, a la historia que une a ambos objetos con el universo nupcial. Para resolver las dudas en torno al legado de estas piezas hemos investigado y preguntado a dos firmas expertas el motivo por el cual se empezaron a utilizar el velo y la mantilla en la boda.

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Los comienzos del velo

El uso del velo se remonta a épocas atrás, a periodos tan notorios como el del Imperio Romano y referentes históricos tan replicados en el cine como los del Antiguo Oriente. El accesorio era utilizado tanto como instrumento para simbolizar pureza como una herramienta para ocultar el rostro de la novia hasta su compromiso con el novio. Desde Juan Foronda, indican, el velo nupcial se ha ido adaptando con el tiempo, siendo notorio su uso ya en la Edad Media: “Con un velo de pureza entregaban la novia al novio, toda cubierta, con un extenso velo, para simbolizar la protección de su virginidad”. Lo explica Rosa López, responsable de atención al cliente en la emblemática firma sevillana de mantillas, mantones y otras joyas tradicionales, que añade, además que: “con los años ha ido transformándose en forma y diseño con apliques o bordados: hilos de plata, hilos de oro…”.

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El velo en España

Más allá de la influencia del velo o la mantilla en otras culturas, en España se han convertido en un accesorio de importancia, al que no todas las novias tienen acceso. ¿Cuándo comenzó a utilizarse en nuestro país? “En España el uso de la mantilla se remonta en el tiempo a los pueblos íberos (a famosa Dama de Elche), pero fue en el siglo XIX cuando la mantilla adquirió relevancia como tocado distinguido de la mujer española”, expone Carmina Pairet, alma máter de L’Arca Barcelona. Y continúa: “Destacamos el papel de la Emperatriz María Eugenia de Montijo en popularizar las mantillas de encaje. Dice la leyenda que le dio la vuelta a los chales de encaje de Chantilly que se llevaban sobre las crinolinas y lo usó de mantilla de tres picos”. Así nació una tendencia que pervive hasta nuestros días.

A principios del siglo pasado, la tendencia, como explica Carmina, no apostaba por el blanco: “En las bodas en España se solía llevar vestido negro hasta bien entrado el siglo XX acompañado por un velo blanco o una mantilla negra y unas flores de flor de azahar de cera, (que a veces facilitaba el fotógrafo)”. Sin embargo, tiempo después y con la irrupción de la influencia parisina, “a partir de 1910, se ponen de moda los velos con encaje y el vestido blanco en las capas más adineradas de la sociedad", expone.

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¿Qué mantenemos de entonces?

Además de las diversas formas en la que se colocan tanto el velo como la mantilla, que se conservan en la actualidad, la historia de estos accesorios ha dejado un legado relevante en forma de fotografías, gestos de estilo y tradiciones reconocibles. “En las casas mejor situadas de Andalucía y otras zonas de España siempre hay una mantilla blanca preparada para las bodas. Además, hubo un boom importante de la mantilla en los años 90 con la boda de Laura Ponte y los diseños de Lorenzo Caprile y se solía poner el velo con un moño bajo y prendido con un broche o con tiara”, apuntan desde L’Arca Barcelona.

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Lo que la historia nos dejó

Una respuesta similar tiene Rosa López, de Juan Foronda, para quienes le preguntan por todo lo que hemos mantenido con el tiempo del velo y la mantilla. “La historia de estas piezas ha ido evolucionando en los últimos años. En los años 60, los trajes de novia eran cortos y los velos ligeros y cortitos. Ahora se ha impuesto de nuevo el manto de novia, algo que se usaba en el siglo XIX, muy bordado, una auténtica preciosidad. Se lo hemos visto a infantas y reinas, desde que volvieran a ser tendencia en 1970 y 1980”.

Teniendo en cuenta la visión de la experta, la pregunta es obligada: ¿Son nuestras abuelas referentes en los que fijarnos? Y la respuesta de la firma andaluza indica que ese es el camino: “De nuestras abuelas hemos heredado mantillas maravillosas, mantos realizados tanto a mano como a maquina”. Confiesa Rosa que de su suegra ha heredado algunas creaciones, pendientes de reparar, que son una joya. “Todas esas piezas una vez que se restauran quedan preciosas sobre cualquier traje de novia”, explica.

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Sobreviviendo al paso de los años

Son numerosos los expertos que hablan de que la moda es cíclica y, aunque hay accesorios que se quedan estancados en una época, otros sobreviven al tiempo. Los altibajos históricos del velo y la mantilla no han impedido que en la actualidad sean uno de los complementos de novia más buscados. "Cayó un poco en desuso, pero gracias a varios diseñadores se ha vuelto a poner de moda en estos últimos tres años”. Cuenta Carmina que en la actualidad se mantiene el simbolismo e imaginario, “pero se ha perdido el ‘encorsetamiento’ de las convenciones”. Esto significa, aclara, que la protagonista del gran día “ya no lo lleva con tiara o corona de flor de naranjo de cera como antes, sino que, en ocasiones, lo lleva solo prendido de una ‘peina’ invisible o de otras formas (ablusonado, como capa) y se lo quita al entrar en el banquete a veces”.

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El futuro, también con velo y mantilla

Aunque es difícil predecir el futuro, sí que es posible estimar aquello que podría funcionar. Con la ayuda de las redes sociales y de las tendencias más virales que proliferan en ellas, se hace sencillo saber que la mantilla y el velo tienen aún bastante recorrido por delante en el universo nupcial. Carmina de L’Arca Barcelona parece estar de acuerdo: “Nosotras pensamos que las mantillas en España se seguirán llevando siempre. Quizás con la situación actual, las novias opten por opciones más sobrias”.

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Clásicos que nunca mueren

“Ahora se lleva todo, por lo que ni la mantilla ni el velo de novia están en desuso”. Así defiende Rosa López algo más que una tendencia, una tradición que es reflejo de la artesanía de nuestro país. “Cada vez se llevan más, especialmente sobre vestidos sencillos. En nuestro caso, estamos sirviendo al público de mantillas de dos metros y medio para trajes de novia. Es una prenda que se luce muchísimo, quizá más que el velo, porque al quedar a espaldas del público, la mantilla resulta espectacular. Es lo que más recomendamos para ceremonias eclesiásticas”, apunta.

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¿Cómo promover su uso y por qué merece la pena invertir en alguno de estos accesorios?

Preguntamos a L’Arca Barcelona sobre cómo hacer aún mayor la tendencia. “Los diseñadores tenemos el desafío de proponer modelos más acordes a los tiempos y siluetas cambiantes de los vestidos de novia. Por ejemplo ahora con el triunfo de los vestidos midi y los camiseros, se vuelven a llevar mantillas cortas incluso en bodas civiles. También hemos vendido muchos velos de 3 capas cortos que permiten a la novia ir velada.

Desde los orígenes hasta hoy, el velo y la mantilla son más que un símbolo, son un icono dentro y fuera del universo nupcial y una de las opciones más buscadas por las novias. Aunque hay opiniones para todos los gustos, en los últimos tiempos todo apunta a la que expone Carmina: “Nada supera la magia de una novia velada llegando al altar”.

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