Afortunadamente, los programas de detección de hipoacusia infantil (baja audición) se realizan a todos los niños al nacer. Para que ningún bebé quede sin examinar, la prueba se realiza antes del alta en la maternidad. Es un examen no invasivo en el que se intenta determinar si el sonido pasa normalmente por el canal auditivo del pequeño.
Cuando la prueba confirma que el sonido pasa bien, no hay que repetirla, pero “si el niño tiene factores de riesgo de sordera hay que hacerle un seguimiento, aunque las pruebas hayan salido bien”, explica la Dra. María José Lavilla Martín de Valmaseda, presidenta de la Comisión de Audiología de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC).
En el caso de que la prueba del hospital salga mal, se debe confirmar el diagnóstico de hipoacusia en los tres primeros meses de vida del bebé. Se hace mediante pruebas que tampoco requieren la colaboración del bebé (pruebas objetivas). A estas pruebas objetivas se añaden otras denominadas pruebas subjetivas en las que se observa el comportamiento del pequeño ante estímulos sonoros. A partir de los seis meses de vida ya se pueden realizar también audiometrías adaptadas a la edad del niño y a su madurez.
La importancia de estos programas de detección precoz de la hipoacusia infantil es que “detectan al 75% de los niños con sordera”, detalla la experta.
Es importante diagnosticar el problema cuanto antes para intervenir y conseguir un óptimo desarrollo de la escucha, el habla y el lenguaje, con el objetivo final de “situar al niño con sordera en igualdad de condiciones que sus pares oyentes en el momento de inicia su proceso educativo y su escolarización”, explica.