La dislexia es uno de los problemas de aprendizaje más comunes. Sin embargo, el diagnóstico no debería hacerse antes de los siete años, que es el momento en que la lectura y la escritura toman más protagonismo. No obstante, puede haber signos precoces que hagan que los padres o los educadores puedan sospechar.
“En la etapa de educación infantil, puede alertarnos un leve retraso en la adquisición del habla, errores en la pronunciación, dificultad para encontrar la palabra que quiere expresar, dificultad en la adquisición de la consciencia fonológica (identificación de los fonemas) después de los cuatro años, y la dificultad en la automatización de secuencias verbales como pueden ser los días de la semana”, indica Laia Pinilla Monclús, pedagoga de la Red de Expertas del Colegio Oficial de Pedagogía de Cataluña (COPEC) y experta en pequeña infancia y familia.
En etapas posteriores, cuando ya se inicia el aprendizaje de la lectoescritura, si hay dislexia “se detecta una lectura muy lenta, con pausas, con errores como la omisión de letras, añadir otras, cambiarlas de orden, confundirlas por similitud y rotación (p por b). Así mismo, presentan dificultades en la expresión escrita y siguen teniendo dificultades para automatizar secuencias verbales como los meses del año. No obstante, suelen tener una buena comprensión lectora”, detalla la experta.
En el ciclo inicial, la dislexia no tiene una influencia decisiva sobre el resto de los aprendizajes, pero pasando al ciclo medio de enseñanza sí puede ser así y provocar problemas en la adquisición de otras materias. En esta etapa hay que observar si el niño tiene lectura entrecortada y errores ortográficos y de puntuación en la expresión escrita, que pueden agudizarse en lenguas extranjeras.