¿A quién no le gustaba jugar con plastilina en el colegio y llegar a casa con los dedos de colores? Pues, además de divertida, es una actividad que nos ayuda a trabajar la psicomotricidad fina de nuestros hijos. Sí, con ella, no solo desarrollan su imaginación, sino que también mejoran la coordinación óculo-manual, potencian sus concentración y estimular las habilidades motoras. Aunque luego tengas que limpiar todo lo que toquen, los beneficios son muchos.
Así lo confirma Celia Rodríguez, asesora experta en psicopedagogía de RUBIO, “la plastilina es un material moldeable y seguro para los más pequeños, que les permite hacer tareas sencillas como crear formas o juntar colores. Poco a poco, sin darse cuenta, adquieren fuerza, destreza y toda la agilidad necesaria en sus manos para hacer otro tipo de actividades, como es pintar sin salirse de las líneas o juntar bloques”. De ahí que sea un gran aliado para desarrollar la psicomotricidad fina de los niños.
Una capacidad que supone la coordinación de músculos, huesos y músculos, que debe estimularse desde una edad temprana y que favorece la plasticidad del cerebro, fundamental para su desarrollo en el futuro. Así, poco a poco, vamos consiguiendo movimientos más reducidos, precisos y concretos, para controlar y tener mayor destreza en manos y dedos. Gracias a esta asesora experta, te vamos a dar ideas para trabajarla de manera sencilla y divertida, con manualidades a base de plastilina.