—Caiga quien caiga. Además, en la academia teníamos mucha presión. Si en mi vida normal no me interesa una persona, me voy y punto, pero allí no te quedaban más narices que aguantar.
—Es bueno también escuchar, Soraya.
—No, si también sé escuchar las opiniones de los demás.
—Dices que te fuiste muy joven de casa.
—A los diecisiete. Me lo pedía el cuerpo. Mi pueblo, Valencia de Alcántara, en Extremadura, se me había quedado pequeño.
’Sé que canto bien, pero no quiero que lo sepan’
—Mira que se van a enfadar tus paisanos.
—Hombre, yo a mi pueblo lo adoro y para mí, Extremadura es lo más grande, pero se me quedó pequeño. Yo soy una persona con muchas ansias de aprender y de conocer.
—A quién habrás salido tú, Soraya.
—Pues mira, creo que soy más parecida a mi madre, en cuanto al físico y al carácter. Ella tiene también un pronto...En cuanto a mi padre, lo único que he sacado suyo son los nervios.
—¿Y esas ganas que tú tienes de hacer todo?
—Sí, esa inquietud también es de mi padre. Ellos se llevan muy bien porque se complementan. Mi padre es nueve años mayor que mi madre.
—Estarán anonadados con lo que te ha sucedido.
—Pues sí, porque tampoco sabían que a mí me habría gustado ser cantante. Por otra parte, yo no quería que nadie me oyese cantar, porque yo tenía muchísima vergüenza.
—¿Tan mal lo hacías?
—No. Pensaba:«Sé que canto bien, pero no quiero que los demás lo sepan. Lo que tenga que salir algún día, será».
’En el momento más feliz de mi vida’
—Pareces tener una seguridad en ti misma apabullante.
—De mucho trabajo. De salir de mi casa y de haberme comida sola todos los «marrones»: tener que arreglar mis papeles, buscarme un piso, un trabajo...
—Con ese carácter que tienes, tu novio...
—El que tengo me aguanta, por ahora.
—¿Español?
—Noruego. Le conocí en Tenerife cuando yo estaba trabajando allí de azafata. Es informático. Vivimos juntos desde hace dos años y pagamos el piso a medias.
—Las cosas bien claras.
—Como debe ser.
