Me canta por debajo «Échame a mi la culpa de lo que pasa», la vieja canción inolvidable. Por la que no pasa el tiempo; habla por teléfono, a larga distancia, con Fernán en Miami, esa ciudad a la que Julio ayudó a dar resplandor en el mundo entero, y donde uno vio plantar los cocoteros altísimos, y escribió sus Memorias; y me termina diciendo, mientras vuelan gaviotas y zorzales al Sur de España:
Mira, Tico
,que siempre apareces cuando algo grande hay en mi vida
Amo la libertad, porque la libertad es el éxito, pero el éxito no sólo de mis canciones, que estoy volviendo a cantar al Sur de la frontera, como hace veinticinco años, sino al éxito, sobre todo, de mis hijos, los que me hacen más grande, más fuerte, más joven y más vivo.
El quinto se llama éxito
Y es que «es lo que siempre te digo»: Julio Iglesias, tu secreto es que cuando la gente cree que vas a tener un nieto, resulta que vas a tener al mismo tiempo dos hijos
No me atrevo a decir que «igual alguno le queda por traer». Veo los ojos de Cristina y el gesto de Victoria; veo la madre, la madre, la madre, y el gran nómada levanta la cabeza, mira a lo lejos, mientras tiemblan los satélites de la información. En la isla de este Sur, que siempre buscó, más español que nunca, más universal que nunca también, y por lejos que esté, Julio siente la respiración de sus hijos, sobre la suya propia; se aprieta la bufanda al cuello, que hace relente mañana es diciembre ;escucha su corazón «guajiro» y me entrega un puñado de fotos con sus hijos, hasta ahora material inédito, desconocido, eso que ahora se llama exclusivo. Es una forma de contar a la gente, a todo el mundo, que ahí ha fructificado su vieja semilla, que no está solo en el combate, que, en lugar de cuatro, tiene cinco. El quinto se llama éxito.