Marta Sánchez: primeras fotografías en su casa junto a su hija y su marido, Jesús

Por hola.com
«Soy una mujer muy pasional»
—Una máxima.
—Que hay que llenar la vida con algo por lo que sientas pasión.

—¿Mujer de pasiones?
—Sí, soy una mujer muy pasional, pero...

—¿Controlada o incontrolada?
—Controlada. La pasión sin control te puede emborrachar y llevarte a cometer locuras.

—¿Mujer de emociones?
—Sí, las veinticuatro horas del día.

—O sea, que lloras a la mínima.
—Más bien lloro por algo que me conmueve.

—Cuando ves a tu hija, ¿qué piensas?
—Hoy por hoy todavía hay momentos en los que no me creo que sea mi hija. Es un milagro.

—Tú la has traído al mundo.
—A pesar de haber llevado a Paula dentro de mí nueve meses, cuando la vi por primera vez no me podía creer que esa personita era lo que ocupaba mi vientre. No sé, es una sensación inmensa. De repente, ver unos ojos, una nariz, unas manos, unos pies, y pensar que ese ser es carne de tu carne y sangre de tu sangre… De verdad que ser padres es algo impresionante.

—Hablemos del futuro de Paula.
—Como a cualquier madre, me gustaría un mundo mejor para mi hija. Tal y como están las cosas, es difícil ser optimista, pero sería una utopía confiar en que desaparecieran de la faz de la Tierra esas mentes ambiciosas y esa gente con poder destructivo que lleva a los pueblos a la guerra y al terrorismo. Hay que trabajar día a día para modificar algo que, de no cambiar, nos llevará al caos.

«La mejor herencia que me inculcó mi padre»
—¿Haces lo que quieres?
—Hago siempre lo que quiero o, más que lo que quiero, lo que me gusta.

—¿Aunque no sea lo adecuado?
—Intento no equivocarme y que sea lo adecuado, pero, como todos, a veces me equivoco. Ahora mismo tengo un desafío que me cubre el cupo de desafíos: educar y cuidar a mi hija. Ese sí que es un gran desafío.

—¿Te preocupa mucho no dar la talla como madre?
—Sí, por supuesto. Tengo ciertos temores a no saber hacerlo todo lo bien que quiero a la hora de educar a Paula, pero intentaré inculcarle la mejor herencia que me dejó mi padre: ser honesta, trabajadora, respetuosa y, sobre todo, buena persona.

—Con un bebé en casa, la vida se torna como un «duermevela»
—Ya no se duerme igual. Jamás. Es algo que nunca hubiera sospechado. Esa inquietud que constantemente te medio atormenta y que te lleva a preguntarte: «¿Estará bien? ¿Comerá bien? ¿Dormirá bien?»

—Vamos, en alerta permanente.
—Es como una especie de bombillita encendida de forma permanente y que encima te cuesta apagar. Mi mejor amiga, que tenía antes de nacer Paula un hijo y que ahora ya tiene dos, me decía: «Cuando nazca tu hija, te vas a dar cuenta de que ya nada es lo mismo: ya no duermes igual, ya no te diviertes igual, ya nada es igual».

—Pero merecerá la pena.
—Sí, por supuesto. Por encima de todo eso se encuentra la satisfacción que te da un hijo. Ni el mayor de los éxitos imaginables es comparable a la sonrisa que mi hija me dedica cuando me ve llegar a casa. No sabes lo que es asomarse a la cuna cuando llora y que, de repente, te sonría de oreja a oreja.

—Tu marido y tú sois católicos.
—Sí. ¿Por qué lo dices?

—Por si pensáis bautizar a vuestra hija.
—Sí. Estamos pensando bautizarla el día del cumpleaños de Jesús y hacer una fiesta familiar.

Hablando de amistad
—Marta, amigos, lo que se dice amigos...
—A mi entender, la amistad verdadera y para toda la vida no se puede dedicar a muchos. Cuando alguien dice: «Tengo muchísimos amigos»... no me lo creo.

—O sea, que se refieren a conocidos...
—Sí. Hay amistades a las que te gusta ver de vez en cuando para no perder contacto con ellas.

—También hay «amistades peligrosas».
—He tenido que barrer a muchas amistades peligrosas. He aprendido a huir de los problemas y de la gente problemática.

—Sabia decisión...
—Sí, pero es muy difícil aprender esa lección y saber decir «no». El tiempo pone a todo el mundo en su sitio. Ahora me gusta disfrutar de la tranquilidad.