Un desfile de jóvenes ataviadas con prendas masculinas, pero sin perder ni un ápice de femineidad, invadió la pasarela francesa cuando le tocó el turno a Emanuel Ungaro.
Ese aire dandi, interesante, misterioso y varonil, impregnó las vestimentas de las modelos, que lucieron sofisticados trajes de chaqueta acompañados de accesorios masculinos tales como corbatas, pañuelos, sombreros y gorras.
El tacón de aguja y la melena suelta daban a estas chicas el toque femenino imprescindible para Ungaro, fiel siempre a resaltar la sensualidad de la mujer.
No faltaron los vestidos, ajustados o con caída, elaborados con extraordinarios tejidos y dejando ver el estilo barroco que caracteriza al creador francés.
Con extremada elegancia, Ungaro jugó con las transparencias y los bordados, y desnudó la espalda de la mujer con sugerentes escotes.
Una colección romántica que fue muy aplaudida.