Gaël Faye, el escritor de best seller que aprendió francés gracias al rap

Tras vender 700.000 ejemplares de 'Pequeño país', el autor de moda en Francia llega a nuestras librerías

Por Elena R. Ballano

Hijo de madre ruandesa y padre francés, Gaël Faye nació en Buyumbura​ (Burundi) en 1982. Con 13 años tuvo que abandonar su país de origen al estallar la guerra civil entre hutus y tutsis. Pese a que su adaptación a la vida en Francia fue complicada, encontró su sitio a través del rap. Empezó a componer y rápidamente se hizo un nombre dentro del mundo de la música. Tras varios años sobre los escenarios, el artista da ahora el salto al “genero mayor de la escritura”; un paso de gigante que le ha valido, gracias a su primera novela Pequeño país (Ed. Salamandra) el premio Goncourt des Lycéens en Francia.

Tu novela Pequeño país cuenta la historia de Gabriel, un niño de madre ruandesa y padre francés que vive el estallido de la guerra en Burundi. Existen muchas similitudes con tu propia vida. 

Al ser mi primera libro era fácil escribir de ello. No es autobiográfico, pero los dos tenemos los mismos orígenes y visitamos los mismos lugares. Sin embargo, el protagonista de mi novela es más consciente de los eventos políticos que suceden. Viví dos años de guerra y cuando me fui a Francia todo estaba borroso, no sabía qué había pasado. El personaje de Gabriel me ha permitido entender años después muchas cosas.

¿Cuándo y por qué decidiste publicar esta novela?

Sucedió de una forma no muy consciente. Quería escribir porque estaba frustrado por el formato de mis canciones. No me permitían decir todo lo que quería. Ya había contado en un álbum situaciones y emociones que había atravesado en mi vida entre dos continentes, pero  me daba la sensación de que faltaban cosas. Tenía que ir hasta el final del proceso.

¿Te has reencontrado con sensaciones de aquellos años?

Cuando te paras a escribir, en tu soledad y silencio interior, enseguida renacen emociones que dormían en ti. Vuelven sin darte cuenta. Creo que el hecho de usar a un niño como narrador me ha permitido jugar mucho con las sensaciones. Son parte primordial de nuestra infancia. Un niño percibe el mundo a través de los sentidos, es casi como una mirada microscópica. Tengo la suerte de tener dos hijas y las miraba cuando escribía, para inspirarme. Verlas jugar durante dos horas con una hormiga que pasea por las baldosa de casa hace que entiendas cómo perciben el mundo.  

El libro ha sido todo un éxito en Francia. ¿Qué crees que ha enganchado a crítica y público?

Es un libro reconfortante. Al tener a un niño como narrador es fácil de entender. Todos hemos sido niños. Además, su inocencia hace que descubras la historia al mismo tiempo que él. Lector y narrador avanzan en el libro de la mano. Ninguno de los dos entiende qué pasa realmente, cuáles son los problemas políticos de Burundi o qué son las etnias.

¿Cómo recuerdas tu llegada a Francia?

Fue muy duro. No quería irme de Burundi, pero no tenía elección. Era una época en la que no había internet y perdí contacto con todos mis amigos. De la noche a la mañana todo mi entorno desapareció. Cuando llegué a París lo más duro no fue la ignorancia de la gente sobre los hechos políticos de mi país, sino su indiferencia. No les preocupaba. 

¿Qué papel jugó la música a tu llegada a Francia?

Con 13 años tenía un francés de Buyumbura​, es decir, un poco criollo. Usaba palabras de allí. No era el francés de un niño de Francia. Gracias al rap, aprendí el francés de allí, el que usaban los jóvenes de la calle. Me permitió conocer la sociedad francesa de 1995.

¿Qué diferencia hay entre escribir una canción y un libro?

La novela es como si estuvieras en mitad del océano. Puedes ir de un lado a otro, libremente. No hay costa, no hay tierra. Una canción, por el contrario, es como si navegaras por un río. Hay una dirección y orillas. Hay límites: la melodía, la rima, etc. Tuve esa sensación cuando escribí la novela. Me sentí libre y feliz. Asimismo, creo que hay otra diferencia importante. Las canciones no se leen, se escuchan. La voz es importante. En un libro no puedo estar ahí para leer mi novela, así que tuve que buscar otra forma de musicalidad para que el lector pudiera tener una experiencia personal conmigo. 

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