Lo único que necesitas para ser feliz, según el hombre más feliz del mundo

Hoy mismo podrías multiplicar tu felicidad

Por Regina Navarro

Aunque en España la percepción de felicidad ha crecido en el último año según datos del Intituto DYM, los españoles ocupamos en puesto 34 en el ranking de felicidad de la ONU. Y es que parece que en esto de las sonrisas y de disfrutar de los momentos pequeños, los suecos nos llevan la delantera con el lagom, el nuevo camino hacia la felicidad. Sin embargo, tampoco es en Suecia donde vive Matthieu Ricard, el hombre más feliz del mundo, sino en un monasterio de Nepal.

Físicamente y obviando su túnica roja y amarilla, Matthieu Ricard no es muy diferente a otros hombres de 71 años, pero ostenta el título del "hombre más feliz del mundo" desde hace 18 años. En 2000, la Universidad de Wisconsin midió sus ondas cerebrales y comprobó que las emociones positivas de este monje francés superaban incluso la escala establecida. Así que podemos afirmar, con la ciencia de nuestra parte, que Ricard tiene la clave de la felicidad, un secreto que dejó de serlo cuando publicó sus dos libros Happiness: A Guide to Developing Life's Most Important Skill y Altruism: The Power of Compassion to Change Yourself and the World. En estas guías, Ricard sorprende con una afirmación que no parecería propia de un monje budista: la felicidad reside en el éxito.

Matthieu diferencia dos tipos de éxitos: el éxito externo, ese que es posible lograr, básicamente, gracias a satisfacciones relacionadas con el trabajo, la influencia o el dinero; y otro al que le gusta denominar florecimiento personal, y que define como algo más profundo que empuja a la transformación personal para servir a los demás. Vaya, lo que comúnmente entendemos por altruismo o amor altruista. El monje escribe en su blog que este tipo de amor se define como “el deseo de que todos los seres encuentren la felicidad y las causas de la felicidad”.

El psiquiatra francés Christophe André escribía en su libro Y no te olvides de ser feliz: abecedario de la psicología positiva, que “prestar servicio a los demás nos hace más felices, y ser más felices nos empuja a prestar servicio a los demás”. Una premisa en la que él también encontraba relación con el altruismo, convirtiéndolo en el centro del comportamiento positivo y, por tanto, de la felicidad. Para Matthhieu, explica, lo importante es conseguir que ese altruismo se convierta en el estado mental principal, es decir, en nuestro comportamiento por defecto. Asegura que, si esto es así, cuando percibamos que los demás necesitan nuestra ayuda se la daremos casi sin pensarlo y, al final del día, nos sentiremos mejor. No basta con limitar ese altruismo a ciertas acciones puntuales, sino que se debe convertir en un estilo de vida. Eso sí, no se trata de hacer milagros ni convertirte en un mártir, basta con ser más generoso.

Hacer algo bueno por los demás contribuye a mejorar nuestro estado de ánimo y a que aparezca el llamado warm glow, un brillo cálido con el que los economistas conductuales llaman a esa sensación de felicidad que te invade cuando alguien, a tu alrededor, sonríe, y lo hace gracias a ti. Algo que puede parecer de cajón pero que un reciente estudio elaborado por la Universidad de Zurich avala. Los investigadores analizaron cómo se comunican las áreas cerebrales para producir el sentimiento de felicidad y vieron que existía una fuerte conexión entre esta y las acciones generosas. También comprobaron que las personas que se ponían como meta ser mejores con los demás lograban este objetivo en un porcentaje más alto.

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