Como a muchos otros diseñadores, fue su madre quien le inspiró a convertirse en un genio de la moda. Manolo Blahnik se interesó por los zapatos viendo a la suya fabricar sus propios diseños, Cristóbal Balenciaga aprendió de la suya observando sus habilidosas técnicas de costurera, y a Gianni Versace, le fascinaba la boutique de moda en la que trabajaba su madre, Francesca, que se ganaba la vida cosiendo.
Para ti que te gusta
Lee 5 contenidos gratis al mes con
solo registrarte
Navega de forma ilimitada con nuestra
oferta de Black Friday: 1 año
+ smartwatch valorado en 129€ por 29€
Este contenido es solo para suscriptores
Navega de forma ilimitada con nuestra
oferta de Black Friday: 1 año
+ smartwatch valorado en 129€ por 29€
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Navega de forma ilimitada con nuestra
oferta de Black Friday: 1 año
+ smartwatch valorado en 129€ por 29€
TIENES ACCESO A 5 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Gianni Versace creció en Reggio di Calabria, al sur de Italia, y pronto supo que quería dedicarse a la moda. Con nueve años confeccionó su primer vestido, sin imaginar jamás que algún día convertiría su apellido en una de las firmas de lujo más famosas del mundo. Cuando le asesinaron a los 50 años, el 15 de julio de 1997, se estimaba que el valor de su compañía rondaba los 1.400 millones de dólares. Este 2025, el grupo Prada ha comprado Versace por 1.250 millones.
El modisto, que este 2 de diciembre habría cumplido 79 años, creció soñando con sus propios diseños, que solía incluso garabatear en la escuela, pese a que su profesora le regañaba. Gianni no tardó en convertir aquellas fantasías infantiles en una realidad. Primero, trabajando con su madre en el taller, después estudiando en Milán diseño de moda, y más tarde, colaborando con casas como Genny, Complice o Callaghan hasta que, en 1978, fundó su firma.
Lo hizo junto a su hermano Santo Versace, quien se encargaba de la parte empresarial y financiera, y su adorada hermana Donatella, musa de sus creaciones. Presentó su primera colección en el Palazzo della Permanente aquel mismo año y abrió una tienda en la milanesa calle Via della Spiga. Aquella colección, vibrante, transgresora y sensual, fascinó a unos y escandalizó a otros. Versace llegó para desafiar las reglas, no para seguirlas: "Prefiero a una persona vulgar y feliz, antes que a una persona chic e infeliz”, llegó a admitir.
Su proceso creativo era único: trabajaba directamente sobre los maniquíes y experimentaba con técnicas tradicionalmente asociadas a la sastrería masculina. Le fascinaban los contrastes: hombros imponentes junto a líneas suaves, volúmenes contundentes mezclados con drapeados que evocaban las estatuas de diosas que había visto de niño en los museos y ruinas de su Calabria natal.
Su ciudad formó parte de la antigua Magna Grecia, y esa herencia clásica —la mitología, el arte y los idealizados cuerpos de mármol— marcó profundamente su mirada. De hecho, eligió a Medusa como símbolo de la firma, una de las gorgonas de la mitología griega, cuya mirada tenía el poder de petrificar a quien la observaba, un magnetismo que él quiso trasladar a sus diseños.
Fue pionero en Italia en crear colecciones íntegramente en cuero y, además, introdujo materiales tan revolucionarios como el Oroton, esa malla metálica que hoy es símbolo de la casa. El tema recurrente en sus colecciones siempre fue el poder cautivador de las mujeres y no dudaba en llevar la sensualidad al límite: escotes asimétricos, aberturas infinitas, cuero tan ajustado como una segunda piel... Sus propuestas a menudo eran tildadas de vulgares o excesivas por la crítica, pero a Gianni Versace no le afectó. "Nuestro trabajo debería ser capaz de hacer soñar a la gente", dijo.
Su visión también transformó por completo el papel de las modelos. Fue él quien entendió, antes que nadie, el poder magnético que tenían sobre el público. Convirtió a Naomi Campbell (una de sus grandes amigas), Cindy Crawford, Linda Evangelista o Christy Turlington en superestrellas globales, mujeres que trascendían la pasarela para convertirse en iconos culturales.
Y no solo ellas: también fue el responsable de algunos de los momentos más comentados de la alfombra roja. El más célebre tuvo lugar en 1994, cuando Elizabeth Hurley acompañó a Hugh Grant al estreno de Cuatro bodas y un funeral. La actriz era entonces prácticamente desconocida, pero Gianni le prestó un vestido que cambiaría el rumbo de su carrera —y de la historia de la moda—: un diseño negro, ajustado, con un profundo escote en V y un lateral sujeto por imperdibles dorados.
A la mañana siguiente, todo el mundo hablaba del vestido y la propia actriz reconocería años después que "Versace me hizo famosa en una noche”. Desde entonces, la pieza es conocida simplemente como 'EL vestido', un icono absoluto que consolidó la reputación de Gianni como maestro del espectáculo.
Y si en la pasarela y en la alfombra roja era pura audacia, fuera de ella vivía con la misma intensidad. Su círculo de amistades reunía a artistas, músicos, actores y socialités que veían en él algo más que un diseñador: un creador generoso, apasionado y siempre dispuesto a romper con lo establecido. Elton John era uno de sus grandes amigos, al igual que Madonna e incluso la princesa Diana de Gales.
En Miami, donde pasaba largas temporadas, transformó Casa Casuarina, su mansión, en una especie de versión contemporánea de El gran Gatsby: mosaicos artesanales, fuentes, columnas, mármoles y una opulencia casi cinematográfica que convirtió su hogar en un escenario único. Y aunque su vida quedó trágicamente interrumpida, su manera de entender la moda —atrevida, emocional, libre— sigue perdurando casi tres décadas después.
