Hacer la cama, no ver el programa de las Kardashian… estas son algunas normas que cumplen las hijas de los Obama en la Casa Blanca

Por hola.com

Intentar llevar una vida normal y ser como el resto de las niños de tu edad cuando tu casa es la mismísima Casa Blanca no es nada fácil, por eso la máxima prioridad de Michelle Obama es la educación de sus hijas, Sasha y Malia, de 10 y 13 años, para que su vida sea lo más parecida a la que llevaban antes de que su padre fuera nombrado presidente de Estados Unidos. Así de claro lo ha dejado la primera dama durante una reunión que ha mantenido con un pequeño grupo de periodistas, a los que recibió el pasado lunes en una de las salas del ala este de la residencia presidencial, en Washignton. “Mis hijas son increíbles, son listas, muy amables y también curiosas y, como cualquier madre, espero que no se metan en ningún lío”.

Asegura que tanto ella como Barack Obama luchan “por mantener la normalidad”, y eso incluye viajar con ellas, siempre que les es posible, para que salgan “de esta burbuja”, como cuentan en el portal ivillage.com. También intentan que en la Casa Blanca lleven una vida ordenada y que ayuden en las tareas del hogar: “Lo primero fue establecer una serie de normas entre el personal para decirles que nos las trataran como a princesas. Ellas tienen que hacer sus camas, tienen que limpiar sus habitaciones, Sasha ha empezado a hacer la colada…”.

Respecto al tiempo que pueden sentarse frente al televisor, Michelle también tiene unas normas. Entre semana sólo ven la televisión necesitan ver algún programa relacionado con sus deberes o con sus estudios, así que los fines de semana es cuando pueden encenderla, pero no para ver cualquier canal. “A Barack no le gusta que vean los programas de las hermanas Kardashian”, cuenta.

Y es que los Obama, como cualquier familia, en su casa imponen sus normas y aunque su vida sea muy diferente a la del resto de las personas, intentan que sus hijas no noten tanto esa diferencia y también a ellos les hemos visto muchas veces hacer tareas tan cotidianas como ir al supermercado, eso sí, bajo una extrema vigilancia, que aunque pase desapercibida, ahí está.